Mucho se ha discutido acerca del fuero que protege a los legisladores y a los encumbrados servidores públicos.

Pero también hay que decir que esas discusiones encuentran su origen en la conducta licenciosa de muchos de nuestros representantes populares o funcionarios de alto nivel, quienes siguen considerando el fuero como la protección a la expresión de ideas, e impunidad al castigo por violar leyes y reglamentos. Recuerdo muy bien los sainetes que organizaba un día sí y otro también ese sujeto llamado Gerardo Fernández Noroña, quien provocaba a las policías con sus excesos.

Vaya que las mañas del ahora ciudadano Fernández Noroña le dieron notoriedad. La pregunta es: ¿por qué ahora no organiza ese tipo de sainetes? Y la respuesta es que tiene mucho de osado y poco de imbécil, porque de hacerlo sin fuero puede ir a parar con sus huesitos a la cárcel o recibir una tunda del tamaño de su osadía. El fuero tiene su origen en la raíz latina “fórum”, que significa foro, recinto o plaza pública, haciendo referencia al lugar en que se administraba la justicia. Para ser más claros, en Roma los tribunales se establecían en las plazas públicas para vigilar las transacciones mercantiles, pero después se establecieron en sedes de donde no han vuelto a salir.

Por lo que corresponde al fuero del que gozan nuestros encumbrados gobernantes y conspicuos representantes populares, es una prerrogativa que les otorga inviolabilidad a las opiniones vertidas en el ejercicio de su encargo, por las que no pueden ser reconvenidos hasta que no se realice un procedimiento que les suspenda esa figura jurídica y como cualquier ser terrenal responder ante la justicia. Claro está que los excesos también los ha llevado a pretender evitar la justicia no tan sólo en cuanto a su libertad de expresión, sino a los actos contrarios a la ley que muchos de ellos cometen, como los descritos que protagonizaba el señor Gerardo Fernández Noroña en sus desplantes con los integrantes del Estado Mayor Presidencial durante el sexenio pasado.

Mucho se ha discutido acerca del acotamiento del fuero a partir de las prácticas licenciosas que muchos legisladores y funcionarios han asumido, pero parece que esos excesos no han llegado a su fin. Hasta ahora la discusión se ha orientado a que no se tenga un juicio de procedencia cuando un legislador o funcionario sea señalado como culpable por un juez. Lo que ha reclamado la ciudadanía es que el fuero regrese al espíritu original que protegía a funcionarios y legisladores por verter opiniones, pero muchos pretenden seguir equiparando al fuero con la impunidad. ¿Hasta cuándo entenderán que este país ha cambiado? Los mexicanos seguiremos esperando y reclamando. Al tiempo.

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