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El primero de julio de 2018 será recordado como la fecha en que más del 70% del padrón electoral salió a las calles a manifestar su inconformidad con el status quo del gobierno mexicano. La votación llegó cual tsunami del cambio. Hoy, como nunca en

la historia reciente de nuestro México —del año 2000 a la fecha—, se eligió a un presidente de la República con más del 53% de la votación total, poco más de 20 millones de votos.

El próximo 1º de diciembre, Andrés Manuel López Obrador rendirá protesta como Titular del Poder Ejecutivo Federal; y lo hará contando con las mejores condiciones jamás pensables desde la alternancia del año 2000. Tendrá —como ningún otro gobernante desde 1995— un Congreso de la Unión afín a su proyecto político y que coincide en su programa de acción e ideario. Asimismo, tiene mayoría legislativa en 19 congresos locales. La oposición será meramente presencial, pues su partido y aliados lograrán modificar la Constitución Política prácticamente sin oposición, así como el marco legal secundario.

Tiene todo a sus pies para lograr impulsar a nuestro México hacia un futuro prominente, en el que el progreso y bienestar sean realidades y no más añoranzas de segmentos de la sociedad que, históricamente, se han calificado como olvidados y desatendidos. Al mismo tiempo, tendrá la labor titánica de hacer que la sociedad vuelva a creer y confiar en sus instituciones gubernamentales, pues hoy, gracias a la falta de crecimiento económico, a la corrupción rampante y cínica, así como a la ineptitud e incompetencia que ha prevalecido a lo largo de las últimas décadas, la gente mira con recelo y hasta con desconfianza a quinees tienen la obligación, legal y política, de crear condiciones de bienestar.

Un día después de su virtual triunfo electoral, Andrés Manuel López Obrador se reunió con el presidente Enrique Peña Nieto, para comenzar los trabajos de transición y entrega del país. Por lo que pudimos atestiguar, a través de la difusión de los medios de comunicación, la reunión fue tersa y, a declaración del propio candidato triunfador, a su equipo se le brindarán las facilidades necesarias para lograr su cometido. Y así fue, desde el martes 3 de julio, sus emisarios han entablado comunicación con los titulares de las secretarías y dependencias. Ya hay acercamientos con los sectores productivos del país. Todo transcurre en paz y debe avanzar en pro de todos los mexicanos. Sin embargo, todavía falta trabajar en pos de la reconciliación de posturas generadas durante las campañas. No es un tema menor, pues de ello dependerá, en gran medida, la gobernabilidad del país.

Indiscutiblemente, México acaba de transitar por una nueva alternancia política, quizá mucho más dramática que las dos anteriores; en donde, por voluntad popular, regresamos a un esquema de acumulación de poder que mucho se criticó a los regímenes revolucionarios y al que las otrora voces opositoras señalaban como culpable de la falta de evolución democrática del país. Ya no hay pretextos, pues la voluntad del pueblo les concedió el poder necesario para cumplir, a cabalidad, cada uno de los ofrecimientos hechos en campaña. No habrá parálisis legislativa, pues las mayorías son concordantes con el proyecto político del titular del Ejecutivo de la Unión. La transformación ofrecida debe materializarse de forma responsable y considerando el mayor beneficio para todos los mexicanos, pues ya no sólo representan a una expresión o ideología, ya son autoridades con responsabilidades y obligaciones determinadas por la ley y exigidas por el pueblo.

@AndresAguileraM