El Punto Critico

Singladura  
A ver. En estos días en donde crecen y se multiplican las polémicas y/o
controversias en torno al proyecto de la 4T, conviene me parece hacer notar lo que olvidamos con frecuencia en este tipo de discusiones nacionales: los errores de los políticos del país, como en cualquier otro país, los pagamos –los pagan- los ciudadanos, la gente de a pie, esa inmensa mayoría que casi siempre carece de voz pública y en silencio, o cuando más en sus reducidos entornos hogareños, laborales, de convivencia social, y/o educativos, piensa, reflexiona, opina o se manifiesta sin más recursos que su propia voz.
Traigo esto a la palestra pública porque se percibe de manera creciente en el país, un enorme cisma social que de manera práctica se reduce a estar a favor de la 4T u oponerse a ella.
De un lado el rey de chairolandia y sus adeptos, simpatizantes o seguidores. Obcecados en grados superlativos, otros dirán de manera menos ruda que se trata de quienes se colocan del lado correcto de la historia como pregonó la campaña proselitista finalmente triunfadora, avasalladora sin regateo alguno. Del otro lado están quienes disienten también en una escala total de las políticas, las decisiones y cualquier medida, actitud o conducta asociada al hoy Jefe del Ejecutivo Federal, al padre del “me canso ganso”.
No hay en ninguno de ambos bandos si se me permite ningún tono gris y mucho menos ninguna concesión o ánimo de entender o comprender al otro, al diferente. Se trata de un “sí” rotundo y total o de un “no” absoluto, radical.
Es cierto que hay quienes, de manera consciente o no, interesada o no, alientan este escenario cismático, divisivo, confrontacional entre mexicanos. Es un mal negocio para el país propiciar la segmentación entre “buenos” y “malos”, entre “fifís” y “chairos”. Claro, insisto, quienes fomentan de manera deliberada este ambiente, lo hacen porque saben sobradamente que así será mejor para sus aviesos propósitos e intenciones. Nada mejor que un país dividido para imperar. Nada mejor que una sociedad enfrentada entre sí para descalificar, excluir y someter a la otra parte.
La historia, que es la maestra de la vida, así nos lo hace ver. Un capítulo reciente de esa forma de obrar quedó sobradamente registrada a través del ex presidente de Estados Unidos, George Bush hijo, cuando el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, o la invasión armada que decidió contra Iraq para deponer y aún ultimar al entonces presidente Saddam Hussein, un sátrapa es cierto.
Bush dividió a Estados Unidos y aún al mundo entre quienes lo apoyaban y quienes lo adversaban. No había puntos medios ni posibilidad de diálogo y menos de entendimiento. Estás conmigo o estás contra mí, fue la premisa clave de Bush, y así fueron las cosas luego.
Hoy mismo tenemos en Estados Unidos un presidente llamado Donald Trump, que no entiende razones ni buenos motivos. Lo ratificó la víspera al decir que en la relación con México, basta de palabras porque es tiempo de acción.  Ya veremos lo que ocurre si se llega el 10 de junio y fracasan el diálogo y el entendimiento que está propiciando México. Por ahora, junio llega entre nubarrones.
Estos son ejemplos de cómo la intolerancia, la descalificación sistemática y el “aquí mando yo”, o al que no le guste que se vaya, repercuten siempre en un agravamiento de las circunstancias y los problemas de una persona, una comunidad o un país.  Imagine usted las consecuencias para un país, sea México o cualquier otro, donde el desdén y la arrogancia se constituyen en los ejes de la acción gubernamental. Anuncian siempre el caos, y se erigen en el mayor impedimento del progreso y la concordia. El resultado siempre lo pagaremos los ciudadanos de a pie. Hay que impedir que esto ocurra así. Al menos hay que alertarlo. La conseja del divide y vencerás siempre cosechará frutos amargos.
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@RobertoCienfue1