Don pánfilo tiene más de ochenta años, siempre ha estado al pendiente del elevador privado de los funcionarios que entran a la Secretaría y en sus sueños, cuando menos, ha pedido que conozcan su nombre y no le dejen a un lado y ordenen a cual piso quieren ir por la mañana cuando llegan todos corriendo después de los desayunos y las grillas y como si tuvieran cara de preocupación y ocupación. A un hombre de tantos años de experiencia es difícil engañar, y él sabe que no hay día en que todos se cuiden de no hacer comentarios dentro del elevador, no sea que se capten palabras y deduzcan ideas y compromisos o bien,

se den a conocer las intenciones de cada quién, cuando en la burocracia, lo último que se debe hacer, es mostrar las verdaderas intenciones y dar la idea de sumisión y lealtad para con el jefe máximo, y Don Pánfilo, se queda quieto, limpiando cada vez y puliendo las partes metálicas para que brillen como nuevas o den la sensación de limpieza.

         Y después de estar horas y horas encerrado dentro de ese elevador esperando a que llame el jefe de jefes y él sí, con cara sonriente, cuando menos, siempre, le dice: Buenas Pánfilo, ¿cómo va la vida? y él, contesta: bien señor, ya sabe con achaques y esperando los tiempos de la jubilación. Desde hace más de cuarenta años cuando llegó por vez primera, en los tiempos de Maximino , Don Pánfilo siempre pensó en que el tiempo pasaría rápido y le darían la jubilación por su buen comportamiento, él, que ha sido totalmente disciplinado, que jamás ha llegado tarde y jamás ha dejado su lugar, porque jamás ha tomado vacaciones esperando que los jefes le reconozcan, y olvida, a pesar de su sabiduría y años, que los jefes, solamente andan tras lo suyo no viendo las necesidades de los demás, y jefes van y jefes vienen y Pánfilo siempre al pie del cañón, manipulando la manija del elevador y corriendo la reja, sube y baja, baja y sube, y ahí está, limpio y bien planchado a pesar de que en su casa, con su vieja y sus hijos, no hay mucho para comer o para pasarla. Vive en un departamento que, gracias a Dios, le consiguió uno de los jefes, y él, como agradecimiento, le dio el sobre del aguinaldo de ese año. No quiere decir que lo haya pedido, pero es la costumbre, porque hay que ser agradecido, y en la burocracia se toma muy en cuenta estos actos de bondad y agradecimiento. No se necesita hablar, solamente se pasa el sobre por debajo del diario o en el saludo o se coloca dentro de una bolsa de regalo y se entrega al jefe que hace el milagro… nada importan los méritos ni los años ni las cotizaciones al sindicato ni los días pasados con hambre o sueño o cansancio, nada importa, para obtener una casita hay que dejar el lomo y el alma, pero cuando menos las rentas no se pierden, se van acumulando a lo largo de años y años para que se paguen los departamentos, y ahí dejan el alma y la vida y las esperanzas y a cada rato uno siente que, si lo cesan, ya no podrá pagar, y entonces vendrán los viejos del sindicato como lo han hecho muchas veces y le sacarán del departamento y nada sirve buscar que, cuando menos, le regresen algo de lo mucho abonado, nada, todo se lo van quedando y lo traspasan a otros y esos dan un dinero para que lo tengan, mientras tengan empleo y no sean cesantes, chocantes, muertos en vida, jodidos, jodidos de jodidos, burócratas de mierda….

YA FALTAN POCOS MESES PARA QUE Pánfilo tenga su jubilación y no sabe si a pesar de tantos años de estar en el servicio del estado podrá gozar de una jubilación al cien por ciento, eso está muy cañón, solamente se lo dan a los jefes, no importa que tengan dos o tres años, pero tienen las palancas y les dan los chequesotes y a gozarla, y se van a otros puestos y lados, y ellos, siguen cobrando en un lado y en el otro, pero uno, se queja Pánfilo, uno no tiene más que el tiempo encima y los días pasados, los saludos de vez en cuando y las miradas secas y frías de los que suben y bajan, bajan y suben, y uno, ahí, al pendiente. Si el jefe llega tarde y no salen las secretarias, quiere decir que todos van a salir tarde, porque la disciplina de la burocracia es que los de abajo, los olvidados, los del infeliciaje, llegan antes que los jefes y se van después de ellos, y nadie se queja ni habla más de lo que sucede en las oficinas, porque por alguna razón conocen y saben lo que dicen los demás, y entonces, hay nuevos puestos y nuevos chances para que se vendan las plazas, y este juego le conviene a los jefes y a los del sindicato, así, todos ganan y nadie chista… Y el día en que se festeja a los burócratas de la secretaría llega y le dicen a Pánfilo que se arregle y saca a crédito un tacuche con camisa blanca y corbata nueva y se da bola a los zapatos y va con su vieja al evento donde recibe un diploma por sus años de servicio, cuarenta, y una medalla, y le dan un reloj con un pequeño cheque como muestra de reconocimiento a sus muchos años de esperanza y de paciencia y le avisan que tendrá ya los papeles para su jubilación y que, por su buen comportamiento y sus años de servicio, tendrá derecho al setenta por ciento de su salario actual, y se le caen las alas, más bajo que el de hoy y si el de hoy no alcanza, con eso, menos, y no sabe hacer otra cosa que doblegar la cabeza y subir y bajar y limpiar y pulir y sonreír y quedarse callado y atento a lo que diga el jefe de jefes y así, casi no podrá pagar lo que falta de los meses para pagar el departamento ni podrá salir a cumplir su promesa con su vieja de ir al santuario de Chalma, ni podrá darle los dineros a su hijo menor para que pueda  imprimir su tesis de abogado, y menos, comprarle un traje y el que él sacó para el evento no le sirve al muchacho porque él está muy alto y grande, y Pánfilo se mete al baño de su casa y llora, llora con lágrimas atoradas de años, con dolor y encabronamiento, con desesperación y frustración y nada, nada de nada, y comienza a subirle el dolor por el brazo y le llega al pecho, y callado cae a un lado para morir en silencio… quedó muerto de un infarto cuando ya estaba para la jubilación y pensaba tener unos días de paz y de silencio, y ahora, los tiene para siempre al final de los tiempos…y ahora, pasaran meses para que su viuda cobre la pensión… y sigue el hambre y la pobreza y el dolor y las lágrimas que humedecen el departamento que va quedando solo y triste, como el alma de Pánfilo al final de sus días…esos son los días del sufrimiento.