Caminar en la forma del venado, medio agachado, como sentado y viendo al frente, venteando, como en la danza del venado de Sonora, nos va formando otra visión en el desierto cuando buscamos, con esa técnica, con las plantas de las manos paralelas al suelo y sentimos sin verlo la energía del peyote, y ahí, al lado el

chamán que nos guía en silencio como que camina al lado o atrás o por delante y no se siente pero se siente y como que no lo ves pero sabes que anda con ese vigor y canta en huichol o en cora o en tepehuano y vas por ahí sintiendo el sonar del tambor y de la cuerda y del violín y del canto como rezo, suavecito, como susurrando, y a uno le late mucho el corazón, como que se sale por esa emoción a lo desconocido, y de pronto, a lo lejos ves como una llama y un reflejo de tierra caliente como que se mueve algo y brilla una hermosa flor de un cactus, y más adelante, muchas flores después de las lluvias y de la sequedad y no hay vestigios de agua pero huele a tierra mojada y escucha uno el ladrido de un perro y el chiflido de un pastor de chivas, y este, cuenta que ahora sí lloverá mejor que antes, porque las chivas están cuateando y eso es una buena señal, cuando no llueve o va a estar muy seco, las chivas no se embarazan y si lo hacen dan poca leche y cuando más un crío… por eso cuando cuatean es una buena señal, y hay pasto del bueno que da leche espesa y se hace el queso y sobra para la cajeta y se huele el cabrito en la tierra cuando se va cociendo para hacer los tacos, y Don Abundio, es un viejo entre jovial y jodedor, listo como él solo, sabe tratar a la gente y él es el que compra la leche de cabra y de vaca para los quesos y lleva las cuentas y dice que diario hay que tomar un vaso de leche de cabra, es fuerte, hace fuerte a los genitales y siempre podrá andar como los chivos machos brincándole a las hembras, porque el macho cabrío fuerte de cuernos es también fuerte de piernas y de huevos y pica a todo lo que se mueva y pelea de frente a frente, como los buenos hombres que no traicionan o dan por la espalda, no, los buenos machos cabríos cuando se agarran se dan de frente y se escuchan los topes hasta muy lejos, más lejos que de donde andamos buscando el peyote para irnos a tomarlo a la sierra con los cantos y las visiones de colores y de soplos y de buenas vibras de los huicholes… ellos, son los que dominan y tienen el don del peyote, por eso sus colores y sus trabajos de bordado, y cuando los ves sentados en cuclillas, sabes que no hablarán mucho porque dicen que el hablar deja sin fuerza al espíritu y hay que callar o rezar o cantar bajito para que llegue el don y el color, y se siente llegar como en oleadas y ese sabor medio amargoso y que agarra la boca, y por eso creo que es mejor callar, y en el silencio, esperar el don y el don pues llega y se queda y lo ve y observa a uno el viejo chamán y le canta cerca y toca su violín y dice cosas que entiendo y no entiendo, pero ahí está la vibra y el color que danza al compás de la música y el canto y me quedo quieto, no sé cuánto ni para qué… pero el don llegó y me quedo en el viaje por largo rato.

         Y veo en el diario, un reportaje de los niños de Guerrero que buscan en el monte los hongos comestibles que sus padres venden a pie de carretera y ellos comen en las temporadas, y me llega el olor y el sabor de los honguitos de María Sabina, y del fuego y luz y canto y rezos de la vieja chamana que tanto admiramos y aún vemos en su caminar y en su solemne andar. Busca los pares que debe cada uno comer, despacio, sin prisas, ni la muerte tiene prisa, nomás la vida de los que no sabemos de la sabiduría india, somos los que corremos y andamos dando brincos sin sentido. Ella, solemne en su casa, una casa de tablones y de olor a leña mojada y leña prendida con café y té de hojas de naranja y ella ahí, parada como una gran sacerdotisa, con dignidad, con belleza en sus arrugas y sus manos que pasan y su voz, esa voz maravillosa que esperas tener en el corazón como los honguitos, como las manitas, así vas teniendo las visiones y escucho las armonías y la novena sinfonía de Bethoven allá en la sierra mazateca, veo los hilos que llegan de mi ombligo a las estrellas y siento un calor a pesar del frío y de la humedad y de la neblina que oculta y deja ver cómo las ánimas se animaran y bailaran entre la luz y la oscuridad y se siente el fuerte olor de alguien que fuma marihuana y el olor del café y de las hojas de naranjo y del olor de la tierra mojada y seca o no sé cómo, pero ahí estoy todavía en la tierra, y María Sabina, ahí, callada observando, viendo y no viendo, como ensoñando, y siento el amor y el cariño de su voz y de su energía y sabes que es un honor estar ahí ante ella, y no es ni reina ni tú súbdito, sino que somos iguales, como hermanos, y por vez primera, me veo igual a todos y entiendo que lo que no me deja caminar es el ego y lo abandono en la sierra y me pongo a llorar, lágrimas suaves, no de tragedia sino de placer y de sanación, no hay gritos ni llantos, solo el canto del gallo y los trinos de pájaros y la melodía, salida de instrumentos de niños, y en la sierra mazateca se escuchan los acordes de los buenos vientos y los toques de los tambores sin guerra, sino con afecto y los clarinetes y las tubas y los trombones y todos son iguales, ni uno más o uno menos, y es cierto, dejas en el camino la salea y el ego y ves las cosas distintas, diferentes, y al principio no hay dolor ni alegría, solo como un hueco que se va llenando de lo nuevo y de la nostalgia de los recuerdos. No se necesitan muchas tomas o mucho mascar hongos para cambiar de dentro, solo debes sentirlo y esperar, siempre esperar con paciencia y en silencio, porque es cuando te vas preparando para el bien morir que es el significado del bien vivir, sin dolor, sin engaños, sin remordimientos, sin tragedias, sin malas mañas o malos recuerdos. Doy gracias por el buen vivir a pesar de los dolores que tuve cuando no entendía que debería dejar la salea y el ego… y aquí, en la época de lluvias entre  la montaña y el viaje de ensueño y el revivir los tiempos, esperamos a que lleguen los tiempos que se acaban, sin dolor, sin engaños, sin entuertos, sin resentimientos, sin soledades… el buen vivir te da el camino al buen morir y por eso estoy escribiendo lo que vale la pena decir… sin resentimientos.