SINGLADURA

Contra todo pronóstico, esperanza y aún análisis, resulta que el señor Trump, sí, el bisonte que habita La Casa Blanca, nos va ganando. Acaba de asestarnos una nueva trumpada con la aprobación legislativa de una reforma fiscal, la de mayor calado en las tres últimas décadas en ese país,  que según diversos expertos impactará la economía mexicana, que de tan globalizada por los genios tecnócratas que nos han gobernado

pronto hará cuatro décadas, ya no resiente lo duro, sino lo tupido. Es más, percibo que esa misma economía globalizada de México parece piñata para ponerme a tono con la época decembrina, pues la verdad sea dicha siempre, le pegan por todos lados, y lo malo es que la abollan por igual y desde cualquier flanco.

Mire usted si no. Ahora es la histórica reforma fiscal trumpiana –un éxito, ese sí, de él y sus compinches republicanos-, la que nos impactará de nueva cuenta, y obligará casi seguramente a los tecnócratas al mando, a idear –si acaso- cómo aminorar los efectos adversos que se avizoran desde ya sobre la muy globalizada pero debilitada economía nacional. Antes fueron los precios internacionales de los hidrocarburos, y más antes la recesión mundial asociada a la crisis del 2008 y la burbuja inmobiliaria especulativa. Más recientemente, el riesgo de ruptura del Tratado de Libre Comercio Norteamericano (Tlcan). Ufff El punto es que por una u otra razón o motivo, la muy globalizada economía mexicana resiente, y mucho, cualquier vaivén en la escena mundial.

Me pregunto sin embargo si no fue acaso cierta la promesa de tiempos mejores con la apertura económica del país, iniciada allá por los tiempos del extinto presidente Miguel De la Madrid. Nos pretendieron desde entonces vender la idea de que la apertura o internacionalización de la economía mexicana, bastaría para ponernos en plena modernidad y, más aún, en una esfera de la competencia global como nunca antes habíamos soñado.

Es más. En tiempos más recientes se nos ha hecho co-partícipes forzados de la creencia de que la economía mexicana está prácticamente blindada para soportar casi cualquier circunstancia exógena –el vocablo que nuestros tecnócratas usan con cierta frecuencia- para aludir al entorno internacional. Pero nada, qué va. Al menos no se percibe la presunta fortaleza de la economía nacional, que al menor aspaviento se achica, encoge y resiente todo tipo de fenómeno.

De igual forma, se nos ha pretendido vender la argucia de que los fundamentales económicos del país están mucho más que sólidos para contrarrestar cualquier vendaval o fenómeno telúrico. ¿O no?

Eludiré al menos por esta vez arrojar más leña al fuego que estraga la economía y aún las teorías de los tecnócratas al bat mexicano. Es por demás. Pero lo cierto es que falta a México un cambio de receta, una que abandone de plano todas aquellas impulsadas con denuedo sin par por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Está visto que no funcionan. Persistir sólo habrá de conducirnos al mismo sitio ¿queremos seguir allí? Vamos dando un giro a la luz de las nuevas circunstancias, pero sobre todo de las urgencias nacionales, que apremian de más está decir.

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