Singladura
El par de recientes ejecuciones de tres personas en los Estados de Puebla e Hidalgo, episodios en los que también una mujer resultó con heridas graves, además de
trasuntar hechos de barbarie colectiva inadmisibles desde cualquier punto de vista, revelan la ausencia de estado de derecho en el país y la incapacidad de gobierno que padecemos hace años.
México Bárbaro es el título del libro publicado en 1910 por el periodista y escritor estadunidense, John Keneth Turner, para dar cuenta del estado de esclavitud que imperaba en México hacia finales del siglo XIX y principios del XX, lo mismo que la persecución que sufrían quienes osaban oponerse a la dictadura de Porfirio Díaz.
El título de Turner vino a mi memoria a propósito de los delirantes hechos ocurridos en dos entidades del centro del país, que dicho sea de paso acusan grados de desarrollo sumamente desequilibrados y no poco contrastantes entre su población en general.
Un resumen sobre el par de tragedias registradas en Puebla y pocas horas más tarde en Hidalgo indica que la Fiscalía General de Puebla confirmó que las dos personas que fueron quemadas vivas en Acatlán de Osorio, realmente eran campesinos, ajenos a la comisión de delito alguno, aun cuando pobladores del lugar los acusaron de robachicos.
En esos hechos, que proyectan a México como un país sin ley, murieron calcinados un hombre de nombre Alberto, de 56 años, y Ricardo, un hombre joven de 21 años. Ambos, según la Fiscalía, se dedicaban al campo.
En un intento desesperado y angustioso, la madre del hombre joven, una mujer identificada sólo como Charo, se valió de Facebook Live, para implorar clemencia a los verdugos de su hijo. Fue en vano.
Informes policiales citados por medios noticiosos indican que sólo este año en Puebla suman 16 ejecuciones perpetradas por pobladores que de esa manera brutal responden al crimen, la impunidad y aún la ineficacia o contubernio policial.
En un incidente similar, en la población hidalguense de Santa Ana Ahuehuepa, municipio de Tula, una pareja acusada de robar a menores de edad, también fue víctima de la ira ciudadana que le prendió fuego. Un hombre murió y la mujer fue llevada a un hospital con quemaduras de tercer grado en la mayor parte del cuerpo.
No fue el primer incidente de este tipo en Hidalgo. Hace una semana, habitantes del municipio de Chilcuautla, en el Valle del Mezquital, lincharon y quemaron vivo a un presunto ladrón acusado de hurtar una camioneta. El hombre murió por las quemaduras sufridas.
Este tipo de hechos se repiten en numerosos sitios del país. A bordo de autobuses, por ejemplo, no son pocas las veces en que iracundos ciudadanos-pasajeros reaccionan a la embestida de ladrones. A veces los someten y otras ocasiones los matan, en incidentes que la mayoría de los ciudadanos aplauden y festejan al avalar la eficacia de la justicia inmediata y por mano propia. Hemos avalado incluso los avisos en calles de diversas ciudades del país que amenazan con muerte a delincuentes y criminales. En pocas palabras, festejamos y aplaudimos en general la justicia por propia mano ante la indolencia, ineficacia, corrupción e impunidad que nos abruman.
Y sin embargo, hay que dejar en claro que si bien se trata de conductas muy controversiales, resulta altamente peligroso para un país esta práctica que tiende a extenderse, ahora más con la ayuda de las redes sociales.
México demanda con urgencia la constitución de un estado de derecho, que garantice la seguridad física, patrimonial y jurídica de todos gobernados y gobernantes. Fracasar en esa tarea es llevar al país a un estado de barbarie, inadmisible como dije antes desde cualquier punto de vista.
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