Conforme se acerca el 30 de agosto se acrecienta la polémica en torno al regreso a clases. ¿Deben millones de niños y jóvenes regresar o no a las aulas de manera presencial?

Yo estoy convencido de que sí, pero no de esta forma.

México, figura entre los únicos ocho países en el mundo que no tienen las escuelas abiertas, según reporta la organización México Evalúa.

Se trata de una aspiración mundial. La niñez debe asistir a clases antes de que resientan daños psicológicos, físicos y emocionales irreversibles. No creo que haya alguien que se oponga a la necesidad de recuperar el tiempo perdido y los aprendizajes de millones de niños y adolescentes, después de más de un año y medio de encierro y ausencia de socialización.

El punto está en el ¿Cómo? La educación remota ya es insostenible, pero hay improvisación, desorden y falta de coordinación entre el Presidente y algunos de sus secretarios y eso no ofrece garantías y menos cuando la cresta de la tercera ola de contagios sigue elevándose de manera alarmante.

Si bien es cierto que plantea un retorno a las escuelas con los protocolos sanitarios básicos, no basta con ello y todo plan requiere de recursos.

Uso obligatorio de cubrebocas, termómetros, lavado de manos, acceso a gel antibacterial, mascarillas gratis para quienes no lo lleven, agua y jabón en los baños, todo esto cuesta. ¿Habrá partidas extra para sufragar los gastos y evitar contagios?

Muchos planteles no están debidamente acondicionados, no hay capacitación para llevar el ciclo ni para atender emergencias sanitarias. Tampoco hemos visto campañas de preparación y concientización entre los padres de familia, y la Secretaría de Educación Pública, acaba de dar marcha atrás al polémico requisito de la carta responsiva como condición para dejar pasar a los chicos al salón de clases. Y cómo no, después de ese jalón de orejas del presidente, luego de quejarse de que no fue consultado al respecto.

Sin embargo el discurso presidencial sigue minimizando los efectos que la pandemia pueda causar en los menores y sus respectivas familias. Pretende ignorar que al ser eventuales portadores del virus, pueden transmitirlo al personal educativo o administrativo vacunado o no y a sus propias familias.

El mismo México Evalúa revela que ninguna de las naciones que hoy cuentan con clases presenciales, volvió a la actividad académica en medio de una ola de contagios, como es el caso nuestro.

Bien vale la pena recordar que desde el inicio de la pandemia hasta el momento en que se escribe esta colaboración, casi 53 mil niños han dado positivo a coronavirus y más de 560 han fallecido de acuerdo con el reporte del Sistema nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA).

Haciendo eco del presidente, el Dr. López-Gatell sostiene que el riesgo de que se extienda la enfermedad entre los niños tendría mínimas repercusiones, vamos, asegura que “En el mundo NO existe evidencia de epidemia por Covid-19 en menores de edad”.

Un gobierno que acepta haber ordenado la liberación del narcotraficante Ovidio Guzmán, porque corría peligro la vida de al menos 200 personas; ahora no se preocupa por el riesgo que corre la vida de más de 30 millones de estudiantes.

Regreso a clases presenciales ¡claro! Pero no así, sin una estrategia que nos proteja a todos, cuando acabamos de superar los 3 millones de contagios y apenas ayer rompimos el pico de la cresta en toda la pandemia con casi 29 mil contagios en un día y cerca de mil muertos en solo 24 horas.

Urge el regreso a clases, ¡Sí! Pero cuando, como sociedad, entendamos la gran responsabilidad que ello implica.