Queda claro, muy claro que a la mañanera asisten dos tipos de personas, unos periodistas, a hacer

 preguntas inteligentes – muy escasos – y otros aplaudidores, porque ahí se va a aplaudir, no a reportear, a ser comparsa, no a hacer periodismo, eso explica porqué la opacidad de cuantos periodistas hemos solicitado asistir a las mañaneras, a cuántos nos han rechazado a cuántos han admitido y por qué, eso es información altamente confidencial que debiera ser pública, pues es información del Presidente pero que nadie sabe, bueno, eso creen en Palacio, porque la prensa, los buenos periodistas a esos, a los que acusa de corruptos que no lo son, esos incomodos que no aplauden, esos … eso si lo saben.
El presidente Obrador un día sí y otro también, abre fuego contra la prensa, parece que se ha vuelto su hobby favorito golpear desde palacio a todos los que no piensen como él, alguien debiera explicarle y sensibilizar al Presidente de la función que cumple la prensa frente al ejercicio del poder. La Función de la Prensa es transmitir lo que sucede tal cual y criticar o señalar errores, dicen que la crítica debe ser constructiva. Sí es verdad, para el caso de la prensa frente al gobierno no. No es su papel proponer, para decirle como gobernar, la crítica, inclusive destructiva, es indispensable es necesaria para el gobernante, porque aún la crítica destructiva desde la Prensa, le ayuda al gobierno a valorar su trabajo a corregir. A la crítica destructiva la debe identificar no censurar – claro, si se es sensible y talentoso – si la prensa esta equivocada o tiene razón, pero aún así, si la prensa estuviera equivocada, el gobernante debe comprender que ese es el mensaje que está enviando, si la prensa lo reproduce mal, no es culpa de la prensa – del mensajero o del medio de comunicación – sino del transmisor, del que origina la información, tal vez esté comunicando de manera equivocada y entonces debe corregir, pero al emisor del mensaje le sirve mucho conocer el impacto de su mensaje, porque le evidencia si fue claro o no, pero es el emisor del mensaje, no el medio que lo transmite. Por eso le es útil al gobierno, porque le sirve de termómetro para saber si está haciendo bien o mal su trabajo, tal vez lo esté transmitiendo mal, pero la solución no se encuentra en culpar y satanizar al medio, porque si lo hace, entonces lo están engañando o se esta engañando.
Se acuerdan cuando al presidente Peña, terminando una conferencia de prensa, se le salió decir con el micrófono abierto que “se me olvida que no aplauden”. Cualquier político o jefe de Estado, sabe que al asistir a eventos, están les aplauden, no es obligatorio, porque en cualquier evento público de cualquier tipo inclusive los académicos, por cortesía se aplaude, pero en ninguna conferencia de prensa de jefes de Estado, políticos o presidentes del Mundo aplauden, bueno con excepción de la mañanera, pero no necesariamente asisten periodistas, hay infiltrados aplaudidores disfrazados de periodistas, como lo hacían con Antonio López de Santana en sus mejores tiempos. Bueno, decía que en Prensa no aplauden, porque quienes asisten tienen claro que su tarea es informar no aplaudir, los periodistas no pueden, ni deben manifestar su aprobación o rechazo a nadie en una conferencia de prensa, porque automáticamente evidencian su simpatía – a veces su gratitud a favores recibidos en dinero o en especie – o antipatía hacia el protagonista de una conferencia de prensa y con ello pierden imparcialidad, comprometen lo que escriban o transmitan, es un tema de objetividad, o subjetividad, que evidentemente en el periodismo siempre es discutible, porque se dice que no puede haber objetividad, yo creo que sí debe haberla, nomás que le cambio el nombre y le llamo imparcialidad, aunque el periodista, el comunicador es una persona de carne y hueso y esta sujeto a la condicionante de su circunstancia – como decía Ortega y Gasset – pero es precisamente, ese demonio, contra el que lucha permanentemente un comunicador, para ser lo más imparcial posible.
El presidente evidencia su molestia, desata su encono y no se mide, da rienda suelta a sus impulsos, y luego dice – como pretexto – es que digo lo que siento, nomás que eso no lo hace un Jefe de Estado, porque él es eso, un Jefe de Estado y dar rienda suelta a sus impulsos, transparenta sus odios y un Jefe de Estado también como la prensa debe controlarse, porque aunque no simpatice con algunos mexicanos, él, es hoy el Presidente de todos, y si gobierna con odios, divide, y lesiona la unidad de los mexicanos para cuando la necesite la Patria y ese es el caso, hoy con el COVID19, porque con ese error, perdió la oportunidad de ser el líder de unidad que requiere México, Obrador debe comprender que golpeando a la prensa no va a desaparecerla, la critica sirve para corregir, porque un día él se irá. La prensa no. Y lo trascendente es que lo que hoy es noticia, crítica o alabanza, mañana será historia al paso de los años. El ejemplo de Antonio López de Santana resulta ilustrativo, cuando se consultan los archivos de su tiempo, trascienden los críticos, los aplaudidores no, se amontonan, se agrupan en una palabra “aplaudidores” que son intrascendentes, no hicieron historia, los otros, son referencia obligada, se les recuerda por su nombre y apellido por lo escrito, porque destacan de entre el montón de aplaudidores. Cuando fue candidato, aplaudía las criticas al Presidente en funciones, ahora resultó con una piel muy sensible, lo que ayer como candidato le halagaba, hoy como gobernante le molesta.
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@Eduardo Sadot