Habrán notado que la vorágine de sucesos políticos, tienen su origen en la cantidad de noticias que surgen de la garganta de palacio, ocurrencias algunas

descabelladas sin sustento ni futuro o viabilidad otras son señalamientos que buscan posicionarse en al ánimo de sus simpatizantes, divididos estos, entre la gritería estridente de las redes sociales,  de esa turba amorfa y sin sesos que va al impulso sin utilizar la razón, la otra parte – algunos – son en realidad intelectuales pensantes, que saben que usan su talento o conocimiento en favor de un capricho del líder que les encabeza y a quien le sirven, no sabemos cuáles sean más perniciosos o culpables, los que actúan sin reflexionar, obedeciendo a sus instintos o los que usando su inteligencia, cultura y conocimientos, descubriendo aviesas intenciones, cínicamente, sin el menor recato ético persisten y hasta respaldan las mentiras, eludiendo la obligación que otorga su preparación, por encima de los otros ignorantes, avivan sus pasiones e impulsos, conscientes de la falta en que incurren, al instigar a la maza a hacer, sin pensar, contra la reflexión juiciosa.      

El presidente desde palacio ya aprendió, que lo que diga, así sean mentiras, serán apoyadas por la plebe empoderada, alimentada con los falsos o tendenciosos argumentos de sus “intelectuales del régimen” pero no acaba de digerirse un tema, cuando saca otro, otro y otro, hasta inverosímiles, lo importante es apoderarse de la agenda, distraer de los temas trascendentes para el país y distraer de sus errores y abusos o enredarlos entre los demás temas, para que ahí en la bola, pasen las bolas bajas.     

Los mexicanos y los periodistas ya hemos ido conociéndolo, paradójicamente, cada vez, se asoma más el que en verdad es, ha llegado al cinismo de mentir públicamente y aferrarse a sus mentiras, violando la constitución, diciendo con una seguridad absoluta y asombrosa que no dijo lo que dijo, con una facilidad se miente desde palacio, apostando a que, por ridícula o evidentemente falsa lo que diga, todos le crean. 

Que toca a hacer a los mexicanos, desmenuzar sus declaraciones con paciencia de relojero, mostrar las evidencias, no obstante que sostiene que ya no es tema, porque a la sociedad, en su conjunto, la ha metido en la dinámica de otras cosas, unas a veces frívolas, otras perversas, pero ambas dañinas, pero que alcanzan su objetivo, mantenerse en la conversación, en una muy pulida estrategia de repetidores, a veces a favor o en contra, pero el resultado es estar.  

Ante ello quizá hay que insistir en aclarar y señalar falsedades – aunque el régimen – sostenga lo contrario, como por ejemplo la casa gris del Bienestar en Houston, por mencionar un ejemplo, no es un tema agotado aun cuando desde Palacio y sus aplaudidores ahora ya sostienen que ya quedó aclarado, es mentira, no hay documento o evidencia alguna de que sea un tema superado por el gobierno actual, los actos de corrupción sin aclarar, son dos temas de tantos que siguen pendientes sin referencia, como apostando a que se olvide del tema la memoria colectiva, pues a eso le apuestan. 

Casos tan evidentes, como la declaración de la chica de palacio, que no habrá árboles talados, que serían replantados en parques de la zona y que habría reforestación – por cierto, ante el silencio cómplice – de los ecologistas, pero los números no les dan la cantidad de árboles para reforestar, si lo hicieran, tardarían mas de cien años, muchas mentiras y las mentiras esconden atrás, una traición, al pueblo o a la patria.  

Pero lo que resulta increíble es; dónde quedaron los aciertos del presidente y del actual régimen, porque seguramente los hay, dos que yo recuerde, nombrar en su gabinete a una mayoría de universitarios de la UNAM, otro el respaldo a los adultos mayores, pero al presidente le gana la beligerancia, más que aplicarse a hacer su trabajo, aprovechando los seis años para gobernar, no más, pero tampoco menos, para trascender y acreditar su amor a México. Dividir en campaña, quizá se valga, aunque nunca se justifica, pero desde el gobierno nunca se justifica. 

Eduardo Sadot Figueroa

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