Día 24 de la cuarentena, como se tiene previsto, las cifras siguen aumentando, 4661 casos confirmados, 296 personas han muerto y la cifra de recuperados ahora es de 1722 y se tienen 8697 casos sospechosos.
Manuel Cervantes, a sus 70 años de edad, nunca imaginó el infierno que tendría que enfrentar en la vejez.
Toda su vida fue de trabajo constante, desde muy niño tuvo que ayudar a sus padres en el puesto callejero que tenían cerca de un mercado popular.
Vendiendo fruta, verduras, elotes, esquites, nopales, con y sin espinas, nopales preparados o crudos, en fin, todo lo que podían, desde muy temprano hasta muy tarde, toda la familia se encargaba del negocio que les daba para mal comer, mal vestir y mal vivir.
Cervantes, difícilmente podía asistir con regularidad a la escuela primara por las tardes, si bien sus padres lo enviaban, en cuanto sus hermanas mayores regresaban de clases, muchas veces tenía que faltar por ayudarlos en el puesto.
La secundaría fue algo similar y al terminarla, fue cuando decidió dejar de estudiar, realmente no era un estudiante destacado, pero se esforzaba por tener un buen promedio.
En la adolescencia, aburrido de atender el puesto, decidió buscar trabajo, eran los años setentas cuando probó como ayudante de mecánico, ayudante de electricista, como zapatero, como plomero, incluso entró a trabajar a una fábrica de calcetines como aprendiz y en ningún lugar se sentía a gusto, le pagaban mal y trabajaba mucho.
Cuando tuvo a su primera novia, decidió poner su propio puesto, junto al de sus padres y entonces comenzó a vender cintas de película BETA, eran la novedad y le dejaban buenas ganancias, ahora si se sentía bien, la gente iba al puesto a comprar o a cambiar sus cartuchos.
El cambio de BETA a VHS, no significó mucho problema para él, ya se había casado y no quería que sus hijos siguieran el mismo camino que él, así que se esmeró en mandarlos a la escuela para que tuvieran la preparación que él no tuvo y sobre todo, que pudieran tener un futuro mejor.
Cuando vino el cambio de películas VHS a DVD, ya sus hijos iban a la universidad y aunque le costó un poco de trabajo asimilar la nueva tecnología no se arredró y le entró.
Sus hijos recibieron títulos universitarios, el mayor, había estudiado para abogado, la siguiente era licenciada en contaduría, la que venía después era arquitecta y el menor, licenciado en periodismo.
Qué feliz y que orgulloso se sentía de sus vástagos, los mencionaba con emoción y sobre todo presumía lo felices que eran con sus familias, todos estaban casados y ya le habían dado una decena de nietos.
Su esposa, compañera amorosa durante cuatro décadas, murió en el terremoto del 2017, en un edificio de la colonia Roma a donde había acudido para realizar unos trámites y aunque el dolor de aquella pérdida fue desgarrador para Manuel, supo seguir adelante junto con sus hijos.
En varias ocasiones, los hijos de Cervantes le propusieron que dejara el puesto del mercado y que se instalara formalmente en un local, que ellos lo ayudarían con los gastos, incluso, que si quería dejara de trabajar y que ellos le pasarían una pensión para que viviera como quisiera.
Manuel siempre se negó y argumentó que aún tenía fuerzas para seguir luchando, además, no le gustaba estar de ocioso en su casa, así que lo mejor era que lo dejaran trabajar como siempre lo había hecho, pese a la diabetes que ya le habían diagnosticado y a la tensión arterial alta que por momentos tenía, se sentía fuerte y dispuesto a seguir.
Fue a principios del mes de marzo cuando comenzó a sentirse mal, incluso dos días no se instaló con su puestecito, con los años que había vivido, Manuel supuso que tendría gripe y se compró unas pastillas que siempre le habían servido.
Con la tos seca, la fiebre, el dolor de pecho, de cabeza y de cuerpo, vino la diarrea y Manuel, preocupado en verdad, por lo que había escuchado del covid-19, se dirigió al hospital para que lo atendieran, el resultado fue devastador para él, ¡estaba contagiado!
Sus hijos fueron informados, ya que también tuvieron que hacerles la prueba, todos salieron negativos, tenían casi tres semanas de no ver a su padre.
Manuel fue aislado e internado en el hospital donde comenzó su tratamiento, lo habían puesto en un respirador y los médicos tenían esperanzas de poder hacer algo para salvarle la vida.
Fue al segundo día de su internamiento cuando llegó al hospital un hombre joven, Esteban Ortiz, de 30 años, soltero, que presentaba los mismos síntomas que Manuel.
Esteban no tenía idea de dónde se había contagiado, desde el inicio de la cuarentena, él se dedicó a disfrutar de esas vacaciones que no esperaba, la empresa para la que laboraba los había mandado a sus casas para evitar la propagación del virus.
Ortiz salía de farra con sus amigos con frecuencia, no hubo un solo día en que se estuviera en su casa, si no era visitando a sus amigos, era recorriendo lugares que se le ocurrían.
—No tenemos respiradores para Esteban, doctor —le dijo una enfermera al médico a cargo, sin darse cuenta de que Manuel, no dormía, sino que sólo tenía los ojos cerrados y los escuchaba.
—Retiren a Manuel del respirador y colóquenlo ahí.
—Pero doctor… Manuel…
—Manuel es el que menos probabilidades tiene de sobrevivir, no podemos desperdiciar recursos en una persona que no lo va a conseguir, Esteban es joven y podrá soportar mejor la enfermedad.
—Cómo usted diga… doctor…
Cuando desconectaron a Manuel del respirador, supo que sus días estaban contados, nunca se imaginó que iba a morir de esa manera, aislado, solo, sin poderse despedir de sus hijos y sus nietos, cediendo sus esperanzas de vida a una persona más joven… pero lo entendía, las probabilidades estaban en su contra y no se podía hacer nada.
Dos días después, Manuel Cervantes fallecía a causa del covid-19