Escribo estás líneas a seis días de la jornada electoral. He tratado de resumir en tres partes una serie de reflexiones que son consecuencia de diversas conversaciones que he celebrando con mujeres y hombres inteligentes, cultos, 

preparados, con experiencia y conocimientos políticos. 

He observado, también, en las redes sociales, que México está prácticamente o mayoritariamente dividido en dos: un polo izquierdo, extremista con pequeños matices moderados pero generalmente mimetizados con Andrés Manuel López Obrador.

El polo derecho es una mezcla de conservadores, moderados, socialdemócratas e izquierdistas tradicionales. Es importante saber qué los une o qué sucedió en el otro polo que los obligó a formar una coalición ideológicamente difícil de explicar, pero racional y prácticamente fácil de comprender.

Desde la elección del 2018 se fue formando esa polarización en la ciudadanía, solo que la presencia de José Antonio Meade y su alianza con el PRI no permitió que Ricardo Anaya tuviera la victoria sobre López Obrador. Está acción política ha tenido innumerables consecuencias y seguramente las seguirá habiendo, por el momento quisiera dar mis primeras tres reflexiones

1. Andrés Manuel era el favorito de la elección presidencial, su carrera política en los últimos veinte años lo llevaba por ese sendero.

Tan seguro estaba de sus posibilidades que matizó mucho su lenguaje, las frases como “cállate chachalaca” o “al carajo las instituciones”, se perdieron o se guardaron para una mejor ocasión.

MORENA ya era una organización nacional con capacidad de movilización, organización y estructuración en más del ochenta por ciento de los municipios. La fuerza del liderazgo y la presencia física de Andrés Manuel permitieron esa consolidación partidista.

Por si fuera poco, MORENA tuvo la capacidad de incorporar a cuadros experimentados en la organización electoral. Personajes como Bartlett, Ebrard, Monreal, que fueron formados por el PRI y que, además, tiene un elemento común poderosísimo: los tres desde distintas posiciones de alto nivel trabajaron para la recuperación electoral del PRI en 1991.

No lo escribo para descalificarlos, al contrario, lo subrayo, porque los tres tienen la disciplina, la visión, el carácter, la experiencia, el conocimiento y las habilidades para ganar elecciones.

2. El Gobierno de Peña Nieto fue una historia de traiciones, equivocaciones, toma de malas decisiones y una pésima comunicación social.

Estos elementos cuando los juntas en una envase te hacen una carnaval de coyunturas económicas, políticas, sociales que difícilmente se pueden controlar.

Conversaba con dos exfuncionarios de primer nivel y descubrí que la arrogancia de Peña, Nuño, Videgaray, principalmente, hacían extremadamente difícil la gobernabilidad entre los miembros del gabinete. Hubo dos personajes que se adelantaron a la sucesión cuatro años antes y está precocidad presidencialista obligó a formar bandos, a tomar distancia y a ponerse el pie en muchos proyectos de gobierno.

El fracaso electoral de Manlio Fabio en el 2017 acaso es un botón de muestra del nivel de confrontación que había en el primer círculo de Enrique, y sus avasalladoras consecuencias.

El sexenio de Enrique Peña Nieto se vio plagado de mensajes y percepciones de corrupción, impunidad, ineficiencia e ineficacia.

Otro ingrediente que aderezó la derrota fue la mortal política de simulación del PRI a nivel nacional. El otrora partidazo estaba frente a una dirigencia totalmente acometida y sometida por la burocracia de primer nivel. Era difícil tomar decisiones, se debían de apoyar a las reformas estructurales del gobierno y por si fuera poco se tenía que malabarear entre los egos de los príncipes, duquesas y marqueses del gabinete.
Por último, los gobernadores. Este es el eslabón más frágil de la cadena de desgracias que tuvo la administración pasada.

La arrogante corrupción, la soberbia ineficiencia y la estúpida actitud de poder de algunos gobernadores, fue la cereza del coktail de desgracias.

Así, es imposible ganar para quien sea que esté ocupado el poder en ese momento.

3. La historia juntó a las ambiciones de López con las necesidades de Peña.

Es muy difícil dejar de creer que no hay un pacto de gran calado entre Enrique y Andrés.
El mensaje que con mayor ahínco había difundido durante años López Obrador era el de combatir la corrupción cayera quien cayera.

Hemos sido espectadores de un discurso cada día más hueco y de acciones cada vez más claras de que el pacto ya no es secreto, es público y está funcionando. Pero además, por si fuera poco, parece, se cree, se especula, que ese pacto llega a beneficiar a grupos delictivos.

Estos son algunos de los elementos, como siempre, incipientes, que el profano escribano empieza a reflexionar, y para darme ánimos de que no estoy tan equivocado, acudo a aquello que escribía Manuel Buendía “Si nada como pato, grazna como pato y vuela como pato, de seguro que es un pato”.

Director de la Consultoría AVE, Comunicación y Estrategia.
ExPresidente del Instituto de Capacitación y Desarrollo Político de la CDMX.