La llegada de la armada de los Estados Unidos a las costas de Venezuela no es un simple movimiento táctico contra el

narcotráfico. Se trata de una declaración política con la fuerza de los hechos contundentes: el Pentágono acertadamente ha decidido ponerle rostro militar a una acusación que desde hace años se murmura en informes de inteligencia y reportajes muy incómodos para la dictadura Venezolana—la existencia del llamado “Cártel de los Soles”, un entramado criminal en el que altos mandos militares venezolanos, funcionarios del régimen y el mismo Presidente Nicolás Maduro, han sido señalados como socios y cómplices en el tráfico de cocaína hacia el mundo, en particular hacia los Estados Unidos, y que de acuerdo a las declaraciones de los funcionarios norteamericanos, tiene que llegar a su fin, los americanos han decidido pasar del discurso a las acciones efectivas contra esta gran amenaza.

Washington no llegó a las costas caribeñas para disuadir, llegó para mostrar músculo. Tres destructores Aegis con capacidad misilística, cuatro mil efectivos y un despliegue que rompe con la prudencia diplomática en América Latina. Detrás del discurso oficial contra las drogas late otra realidad: la voluntad de exhibir a Maduro como un capo de Estado, cercado no solo por sanciones financieras, sino por buques que representan la superioridad naval  y el músculo norteamericano listo a actuar.

Este es un mensaje regional con múltiples destinatarios La escena es más inminente en Venezuela. Pero el mensaje viaja hacia Cuba, hacia Nicaragua y el destinatario final pudiera ser México. La lógica es clara: si Estados Unidos decide nombrar “narcoestado” a un gobierno y desplegar su flota frente a sus costas, ninguna frontera del continente puede sentirse a salvo de ese mismo escrutinio.

México, que presume su “Soberanía” mientras convive con cárteles que controlan territorios completos y penetran en los niveles mas altos de las estructuras políticas, debe leer con atención lo que ocurre en Caracas. Una escalada en Venezuela podría abrir la puerta a operativos hemisféricos bajo la bandera del combate al narcotráfico, con presiones renovadas hacia nuestro país y la exhibición pública de los políticos que intuímos están relacionados íntimamente con los narcos.

El gobierno mexicano, que estuvo atrapado 6 años completos en la retórica de “abrazos, no balazos”, mientras se financiaba con dinero de carteles y protegía a los narcos, enfrenta una contradicción inevitable. --Su doble discurso--. Mientras se asegura que aquí no existen vínculos oficiales con el crimen organizado, la realidad muestra  otra cosa: múltiples alcaldes en tertulias con los criminales, a un senador Adán Augusto López, junto con el que fué su secretario de seguridad, basicamente dirigiendo grupos delincuenciales, Gobernadores en funciones y hasta al operador mas cercano al presidente López Obrador (Su propio Jefe de Oficina) señalados en investigaciones internacionales. Si Washington ha sido capaz de acusar formalmente a un jefe de Estado en funciones como Maduro, ¿qué impediría que mañana se cuestione a México por su permisividad si bien le va, o su simple y llana complicidad con el crimen organizado?

La “guerra contra el narcotráfico” ya no se juega solo en territorio mexicano; se está reconfigurando en un tablero regional. Y cada movimiento militar de Estados Unidos es una advertencia: si no se controla la complicidad entre gobiernos y mafias, alguien más lo hará desde afuera.

Claudia Sheinbaum ante este último conflicto, se ha declarado contra e intervencionismo, la “autodeterminación de los pueblos, y la solución pacífica de las controversias” temerosa de alinearse demasiado con Caracas, como los gobiernos morenistas lo han hecho en el pasado, incluso invitando al venezolano Maduro a la conferencia de la CELAC del 2021 y tratando que olvidemos, que ella misma reconoció el triunfo de Maduro en sus fraudulentas elecciones del 2024, ahora intenta a toda costa no ser medida con la misma vara. Pero el eco es inevitable: si la narrativa de la Casa Blanca es que existe un “narcoestado” en Venezuela, los analistas internacionales se preguntan qué tan distinta es la situación en México, donde los cárteles no solo financian campañas electorales y colocan funcionarios a su antojo, sino que efectivamente dictan las reglas en regiones enteras del país.

La llegada de la armada norteamericana a Venezuela es un episodio que excede a Maduro y al Caribe. Es un espejo colocado frente a la región entera, y en él México podría ver reflejada una imagen incómoda: un país que, de no rectificar, podría ser el siguiente en recibir no solo sanciones diplomáticas, sino la presión de un poder militar muy superior al propio, que ya demostró estar dispuesto a ir más allá de las palabras y que por supuesto no tiene planeado abrazar como Morena a los delincuentes.

Alejandra Del Río

@alejandra05 @aledelrio1111

Presidenta de PR Lab México, Catarte y Art Now México, ha escrito columnas sobre política, arte y sociales en muchos de los medios más reconocidos del país, particularmente en el Heraldo de México, El Punto Crítico y en el Digitallpost. Ha participado en numerosos proyectos de radio a lo largo de 20 años, hoy además dirige el podcast Fifty and Fabulous en Spotify.