LIC. JESÚS RAMÍREZ CUEVAS, VOCERO DE LA PRESIDENCIA:

"La obra maestra de la injusticia es parecer justo sin serlo": Platón

Una vez más constato, Jesús, lo difícil que es desempeñar el puesto que tienes. Ayer fue una mañanera más que difícil; diría yo que imposible de sortear en sus efectos. Con lo declarado por el presidente, no hay spin que valga.

Pero permíteme poner en contexto a nuestros lectores:

La tarde del pasado viernes, vecinos de la comunidad de Papatlazolco, en Huauchinango, Puebla, lincharon a Daniel Picazo porque hicieron caso a rumores malignos de que se estaban robando niños en la zona y creyeron que este joven era el maleante en cuestión.

En lugar de detenerlo y llevarlo a la autoridad local, lo golpearon, lo ataron y finalmente le prendieron fuego. Los seis policías que llegaron al lugar, no pudieron enfrentar una turba de 200 personas.

Lo quemaron como en la Edad Media se quemó a las brujas. Con la misma irracionalidad e instrumento.

Después se supo que se trataba de un hombre de bien, desempeñándose como asesor en la Cámara de Diputados gracias a sus estudios de maestría y buen trabajo.

Sobre este caso y también ayer, Sergio Sarmiento tituló su columna como “El México Profundo”, refiriéndose a esos mexicanos olvidados de la justicia social y legal, que no andan viendo quién se las debe, sino quién se las paga.

En su columna, Sarmiento rememoró otra tragedia similar ocurrida en Tlalpan, CDMX, cuando Andrés Manuel López Obrador era jefe de Gobierno, quien entonces sentenció: “Con las tradiciones de un pueblo, con sus creencias, vale más no meterse… Es parte de su cultura y creencias de los pueblos originarios.”

Y esta última cita la trajo a colación el propio AMLO en su mañanera de ayer y reiteró: “Fíjense que sigo pensando lo mismo, pero él (Sarmiento) tiene una visión distinta.”

Ni en el linchamiento de Tlalpan, ni el de Puebla, las víctimas habían cometido delito alguno. En ambos casos se trató de rumores malignos que la población creyó y quiso hacer justicia por propia mano.

Me cuesta trabajo suponer que sea el presidente de la República, aquel que juró respetar y hacer respetar la Constitución y las leyes, quien justifique un crimen tan atroz, porque son “usos y costumbres”.

¿Cuál es el concepto y aplicación que el presidente tiene del Estado de Derecho? ¿Dónde quedó la procuración y la impartición de justicia? ¿Dónde quedaron los derechos humanos de las víctimas?

Me pregunto si por la mente de don Andrés no pasó un breve pensamiento de alerta, un filtro que le indicara que con sus expresiones -y supongo que convicciones- está convalidando la ilegalidad, la ley de la selva y la erosión de nuestras instituciones.

Por defectuoso que sea nuestro sistema de procuración e impartición de justicia, la postura de AMLO es inadmisible. Por marginadas y resentidas que estén las poblaciones, no es legal ni legítimo que la máxima autoridad les otorgue paso franco en la comisión de delitos.

¿Qué le van a decir a los papás de Daniel Picazo? “Usted disculpe, su hijo fue una víctima del México profundo, con el cual la autoridad no se mete.”

Pero más grave aún es que con este posicionamiento, el presidente hace empatía con los agresores y no con las víctimas. Y eso es un rasgo de personalidad muy preocupante, que deja ver tintes narcisistas y antisociales.

También ayer el presidente hizo otras declaraciones muy fuera de lugar sobre el crimen organizado. De esas me ocuparé en los próximos días.

No, Jesús, las cosas no andan bien por Palacio Nacional.

Ya perdimos al presidente como líder ético y político.

Me pregunto si alguna vez lo tuvimos.

Colaboró: Upa Ruiz This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.

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