LIC ALEJANDRO MORENO, PRESIDENTE NACIONAL DEL PRI:

"Todo el mal que puede desplegarse en el mundo se esconde en un nido de traidores": Francisco Petrarca

Con mis cinco décadas de periodista, se imaginará que he visto de todo en lo que a partidos y figuras políticas respecta. Vi como José López Portillo, después de un discurso magistral en su toma de protesta, acabó su mandato con una alta reprobación. También vi como Carlos Salinas de Gortari motivaba a la ciudadanía a través de los programas de Solidaridad y el TLC, para que en el último año el país se le fuera de las manos.

Otras figuras presidenciales iniciaron su gestión con baja aprobación, escasa conexión con el pueblo y un país en precarias condiciones, pero finalizaron su sexenio con el deber cumplido satisfactoriamente. Tales son los casos de Miguel de la Madrid y Ernesto Zedillo, los únicos que, ya habiendo dejado Los Pinos, pudieron presentarse en público sin ser abucheados.

Detrás de todas estas figuras estuvo el PRI. Ese partido hegemónico que, como hule espuma, se adaptaba programática y discursivamente a la visión y acción del presidente en turno.

Pese a ser un partido hegemónico, cuatro atributos tenía el PRI en aquellos tiempos: la formación de cuadros, el aglutinamiento de los sectores, el avance meritocrático y el contacto con las bases. Con tales atributos, el PRI obtenía adhesiones o realizaba cooptaciones que, al final, generaban un premio para los militantes.

El tricolor como fuerza mayoritaria empezó a hacer agua cuando los gobiernos emanados de esa organización no pudieron mantener la movilidad social, lo cual hizo cada vez más reprobable la también cada vez más notoria corrupción de sus miembros.

A lo anterior se debe sumar que los últimos dirigentes nacionales no supieron, pudieron y/o quisieron hacer una reingeniería al interior del partido. Con la llegada de la alternancia, podría decirse que al no tener incentivos seguros que ofrecer, pues también fue más difícil mantener la disciplina y evitar la desbandada.

Lo que sí puede asegurarse es que no supieron leer la sociedad del siglo XXI y, mucho menos, a los jóvenes. Tampoco entendieron a una sociedad más plural, las necesidades de las mujeres, ni atraer o sumarse a la sociedad civil para actuar a favor de causas ciudadanas. De la comunicación efectiva, pues ya ni hablemos.

Hay algo todavía más grave en el PRI actual: el nivel de cinismo con el cual usted ha doblegado al tricolor ante la 4T para salvar su pescuezo, no tiene parangón. Después de dizque atrincherarse con el PAN en una alianza opositora y una moratoria constitucional, permitió usted (¿o fraguó?) que la bancada priista en la Cámara de Diputados ofreciera una salida alterna al berenjenal anticonstitucional en el que se metió don Andrés Manuel con su propuesta sobre la Guardia Nacional (GN).

Peor aún, ayer los diputados tricolores acabaron de envolver para regalo la propuesta: de los cinco años originalmente sugeridos, ampliaron a seis el plazo para que la GN conformada por militares siga en tareas de seguridad. Como era de esperar, la propuesta fue aprobada en la Comisión de Puntos Constitucionales con los votos tricolores, de MORENA y de los partidos satélite de este último. El día de hoy pasará al Pleno de la Cámara de Diputados, donde seguramente tendrá el mismo resultado. ¡Que se consume la militarización!, faltaba más.

Mal, muy mal está un partido que busca reconquistar el poder, pero que permite a su máximo dirigente traicionar a sus compañeros de viaje, faltar a su palabra y, sobre todo, dar la espalda a la sociedad. Todo en aras de obtener un salvoconducto que lo aleje de un proceso penal, don Alejandro.

De ser el partido todopoderoso, el planeta más grande del sistema político, el PRI se ha quedado como Mercurio, el más pequeño. Eso sí, ahora está bien cerca del Sol…

Hasta que de tantas vueltas a alrededor del astro rey, acabe por desvanecerse.

Leopoldo Mendívil

Colaboró: Upa Ruiz This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.

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