EL ESTADO Y SUS RAZONES 
El uso de los símbolos y las construcciones heroicas en la historia de las naciones, son estructuras necesarias que
ayudan a generar cohesión e identidad entre las personas que conforman los Estados Modernos. Así, a través del tiempo y a partir de la creación de las repúblicas con regímenes democráticos, se fueron entretejiendo símbolos, historias, personajes y hasta leyendas, que fueron generando hitos míticos que exaltaban tanto el orgullo nacional como la admiración por sucesos históricos y personalidades que propiciaban modelos de liderazgo.
De alguna manera, estos símbolos —insisto, en su mayoría míticos— paulatinamente van creando identidad nacional, pues se ajustan al devenir histórico de cada Estado, establecen una visión de lo que la población desea que sea su estado, al tiempo que establecen parámetros de lo que debe ser el actuar de los líderes y políticos, a quienes se les llegan a exigir cualidades meta humanas, casi de índole mágico y hasta divino.
No hay país en el orbe que no tenga estos puntos de coincidencia nacional, pues son parte intrínseca de su identidad. Quizá —y estos es una mera apreciación personal— podrían considerarse como piedra angular por la que aún en estos tiempos de desilusión y encono permanente entre población y gobiernos, permanecen unidos los estados nacionales. México no es la excepción, tal y como lo podemos constatar en los libros de historia, sobre todo en aquellos que forman parte de los libros de texto gratuitos que se encuentran en los pupitres de todos los alumnos de educación básica y media superior. Consolidar el misticismo en torno a las personalidades como hechos históricos, fue una manera de generar cohesión e identidad nacional.
Pese ello, durante las últimas cuatro décadas, la historia oficial fue desmitificando tanto pasajes históricos como el misticismo que existía en torno a la personalidad de quienes han sido considerados como “héroes de la patria”. La imagen impoluta y excepcionalidad de los próceres que con su actuar fueron construyendo un sentido de identidad para con los mexicanos, así como la importancia en la conmemoración de fechas, momentos y lugares, poco a poco fue desmitificada, con lo que el proceso de culturización que se provocó a partir de los gobiernos revolucionarios fue perdiendo fuerza dentro de las políticas públicas educativas.
Sin embargo —y pese a la pretenciosa ortodoxia histórica— la necesidad de la gente por contar con figuras a las cuales reconocerles tanto excepcionalidad como misticismo se ha hecho presente en la vida nacional. Tanto así que al día de hoy se siguen comparando a dirigentes como a líderes sociales con personas a las que les son atribuídas virtudes de héroes nacionales.
Esta situación ha sido comprendida y asimilada por el nuevo gobierno. Tan es así que su imagen institucional refleja la situelta de importantes personajes de la historia de México como lo son Miguel Hidalgo, José María Morelos, Benito Juárez y Lázaro Cárdenas, con lo que —de alguna manera— pretenden afianzar esa identidad nacional que —insisto— a partir de la instauración de los regímenes afines a las políticas neoliberales fue equivocadamente abandonada.
La identidad nacional es un mecanismo que coadyuva en la legitimación del gobierno y de quienes ejercen el poder político en un país. Mientras esta identidad sea compatible con lo aceptado como cierto por la mayoría de quienes forman parte del estado mexicano, habrá empatía y solidaridad; en tanto que, si se prescinde de estos símbolos, mitos y leyendas, la posibilidad de generar la empatía con la población se vuelve prácticamente imposible. Así lo ha demostrado la historia reciente de nuestro país.
@AndresAguileraM