Termina el 2019 y el recuento ya ha sido realizado. Se vivieron sucesos relevantes que, como cada año, se inscribirán en la

 historia de la humanidad. Ya en lo individual, para muchos será un año lleno de triunfos y alegrías, para otros será de desencantos y tristezas. Todo entremezclado en un mundo francamente convulso y plagado de situaciones y problemas que, tarde o temprano, se deberán atender y que, desgraciadamente, ya no pueden ser pospuestos.
En el mundo sigue habiendo grandes problemas. La violencia persiste en gran parte del planeta, existen conflictos bélicos en todas las latitudes del orbe, el ser humano pareciera persistir en mantener un estado constate de agresión entre unos y otros. Religión, género, tierra, etnias, xenofobias, dominación y situaciones económicas, se vuelven los pretextos idóneos para mantenernos en un estado de barbarie que —muy lamentablemente— ha sido característico de la humanidad.
Tras la violencia están la desigualdad y la discriminación. Estas condiciones que diferencian artificialmente a los seres humanos y que se evidencian, con grosero cinismo, en la medida en que la riqueza en el mundo aumenta. El 10% de la población mundial gana hasta el 40% del ingreso total. Algunos informes de la Organización de Naciones Unidas (ONU) precisan que en 2017, el 81% de la riqueza generada fue a parar a las arcas del 1% de la población más privilegiada económicamente.
Por otro lado la discriminación y desigualdad por género es un problema que, pese a ser añejo, ha sido poco atendido. Las brechas de desigualdad entre hombres y mujeres se agudizan cada vez más y pese a los esfuerzos realizados tanto por gobiernos como por organismos internacionales, así como la violencia física y psicológica en contra de las mujeres, pareciera ir en aumento.
Expertos de ONU afirman que “la desigualdad y la discriminación son algunos de los desafíos que definen al mundo actual. No solo representan un obstáculo para la realización del derecho al desarrollo, sino que también se encuentran entre las principales amenazas para la paz, la seguridad y los derechos humanos” afirman.
Como podemos observar los retos de la humanidad son de grandes dimensiones. Su atención dista mucho de ser sencilla, por el contrario, su complejidad aumenta de forma exponencial en la medida en que el mundo evoluciona. Estoy convencido que los esfuerzos deben ser redoblados y más en un momento en que las tecnologías permiten una interconexión en cualquier sitio del orbe, facilitan el trabajo para el desarrollo y evolucionan para generar mejores condiciones para el desarrollo.
Ante este panorama, lo único que podría permitir que la humanidad se desarrolle para bien es el destierro de la mezquindad en el actuar humano, empezando por el grosero acaparamiento de la riqueza y de los medios de producción que actualmente se vive en el mundo. Para ello, la participación de los gobiernos, como entes revestidos del poder de los Estados Nacionales, debiera ser prioritario.
@AndresAguileraM