En esta ocasión quisiera compartirles una reflexión sumamente personal y que, a su vez, refleja una preocupación permanente por el destino institucional de mi querido México.

 El servicio público es mi vocación. Desde niño, siempre tuve como inquietud servir a mi país de alguna manera. En la adolescencia, tras una fase vinculada con la música y la filosofía, me empecé a inmiscuir en temas y asuntos políticos lo que, más temprano que tarde, hizo que, primero, definiera mi orientación vocacional hacia el Derecho y, posteriormente, buscara incorporarme al servicio público. Hoy, orgullosamente, puedo presumir de 22 años al servicio del Estado Mexicano, de los cuales los últimos 20 han sido en instancias de impartición de justicia de la Ciudad de México.


En este tránsito, mi experiencia ha sido enriquecida por visiones de muchas personas que, al igual que yo —eso sí, con edades y formaciones diferentes—, ingresaron a este mundo más por convicción que por satisfacer algún tipo de pasión aviesa, lo que solo puedo resumir con una palabra: patriotismo.


Por ello afirmo que la inmensa mayoría de los servidores públicos somos personas con convicciones, principios e ideales que realizan una función que tiene como objetivo coadyuvar en a la convivencia social armónica, en el marco de la ley sustentada por un pacto político fundacional que requiere de instituciones sólidas no sólo para permanecer en el tiempo, sino para encaminarnos hacia el bienestar general. 


En ese sentido es que, más allá de posturas políticas sensacionalistas de rechazo, desprecio, menosprecio o sanción, me pronuncio por salvaguardar al servicio público. Protegerlo y fomentar el ingreso de los mejores perfiles y más sanas convicciones por y para servirle a ese México formado por seres humanos que, por convicción y afección, nos sentimos identificados y parte de todo lo que ello representa. 


Sin temor a equivocarme, puedo afirmar que la mayoría de los servidores públicos de este país somos personas comprometidas con principios e ideales valiosos. Por ello, no puedo más que pronunciarme en contra de cualquier intento o pretensión de sobajar y menospreciar a quienes, con entrega y compromiso, servimos a la gente.


Los servidores públicos requerimos de un marco legal que, efectivamente, sancione a quienes abusen del ejercicio de la función pública en detrimento de la gente, pero que también que brinde garantías para desempeñar nuestras funciones con libertad y certeza, sin el temor de ver afectadas emolumentos o condiciones laborales de forma arbitraria o a capricho de visiones o circunstancias políticas.


Una transformación virtuosa, debe velar porque el servicio público sea fortalecido con perfiles adecuados; en donde exista certeza laboral, se estimule y promueva la mejora constante. Mientras el servicio público esté secuestrado por intereses electorales o de grupo, las instituciones públicas están condenadas al fracaso.


@AndresAguileraM