La polarización política en México es una realidad. Se fomenta y alimenta desde ambos extremos políticos y pareciera no tener una pronta reconciliación. La polarización sirve para generar un control político en determinados sectores de la sociedad que,

 al confrontarlos, garantizan un electorado cautivo para ambos extremos. Quienes polarizan controlan y, por tanto, ostentan una forma de poder.

La polarización ha sido arma socorrida en varias naciones como estrategia político-electoral a modo de encausar y —de alguna manera— manipular las instituciones democráticas para facilitar la imposición de una determinada ideología o plan político de acción, en los que la base es la reivindicación de causas que, por añejas y arraigadas, son fácilmente explotables, principalmente aquellas que producen agudos e indignantes agravios para la sociedad. La crítica y su insistencia en el inconsciente colectivo es la principal estrategia para iniciar los procesos polarizar y controlar.

Quien accede al poder político por esta vía, logró consolidar un enorme poder, ya que, primeramente, cuenta con las facultades que le otorga la constitución y las leyes, en segundo término —inevitablemente— ostenta un liderazgo profundamente arraigado entre la gente, con un gran respaldo popular y, sobre todo, con altos niveles de legitimidad política, pues efectivamente representa no sólo a la gente que le respalda, sino también su enojo e indignación.

Las fuerzas políticas que pretendan oponerse al líder carismático que arribó al poder a través de tácticas polarizantes, tienen el gran reto de no sólo enfrentar a un líder carismático y sumamente popular, sino al rencor aglutinante que le da la fuerza, sustento y el respaldo político. Así, quien se oponga al dirigente y al régimen, también lo hará a la mitad de la población polarizada que lo apoya. De este modo, difícilmente podrá haber un resultado electoral distinto. El grupo o el movimiento del líder mantendrá el poder en tanto persista la división y la imposibilidad del diálogo y los acuerdos.

El gran reto de un verdadero movimiento opositor a un régimen que ascendió al poder basado en la polarización es romperla para retomar la normalidad democrática, asumir como propias las banderas de reivindicación, sumarlas a su proyecto político unificado; volver al cauce del entendimiento y los puntos de encuentro y generar un nuevo pacto político, en el que lo que fue inobservado sea atendido, en el que los reclamos justos sean cumplidos y, sobre todo que el reclamo por una efectiva justicia social con equidad sea la base que unifique de nueva cuenta a la población.

Solamente la reunificación social, basada en un nuevo pacto político fundacional real, es la vía para generar un verdadero movimiento reivindicatorio, que no es otra cosa que una efectiva oposición no a un régimen, sino a la polarización de la población que es el verdadero cáncer que carcome a las sociedades y que, lamentablemente, se ha extendido por varias naciones del orbe.

El reto está en retomar la normalidad democrática, volver a los cauces institucionales y, sobre todo, conjuntar los intereses de toda la población en torno a una efectiva y eficaz justicia social, equitativa y redistributiva, en pro de las personas a las que se debe servir.

@AndresAguileraM