Mientras la clase y los partidos políticos observan el devenir de los sucesos en torno a la aprobación de leyes, el proceso de revocación de mandato del

titular del Ejecutivo Federal, la apertura intempestiva de un aeropuerto cuestionado, un golpe de realidad obliga a las autoridades a regresar su vista e ímpetus a la cotidianidad. Una fiesta “de paga” como muchas que ocurren diariamente en la zona metropolitana, el marco en donde se perpetró un lastimoso homicidio que tiene indignadas a cientos de familias a lo largo del territorio y en particular en el área de Ciudad Satélite y Zona Esmeralda en el Estado de México.

Héctor Hugo Carbajal Amaro, un joven de 15 años, fue brutalmente asesinado, presuntamente, por uno de los organizadores del evento que, a dicho de varios de los asistentes que video grabaron los hechos, obedece al nombre de Mauricio Mora, cuya imagen y videos han sido difundidos indiscriminadamente en redes sociales. 

A consecuencia de ello, familiares, amigos, conocidos de la víctima, así como personas solidarias llenas de indignación, se sumaron a una protesta que implicó el cierre a la circulación de Periférico Norte por más de 15 horas. Un hecho sin precedentes desde la inauguración de esta vialidad, lo que llevó a los medios de comunicación masiva tradicionales a cubrir el suceso y a darle difusión internacional.

Hoy el mundo conoce el nombre de Hugo Carbajal por haber sido víctima de un brutal asesinato difundido en redes sociales; sin embargo, es un hijo que no volverá con sus padres; un hermano que no estará más al lado de quien fuere su compañero de vida; un amigo que no volverá a reír, disfrutar o respirar, es un ser humano cuya vida terminó a consecuencia de la ira de otro que, inescrupuloso e indolente, cegó la existencia de una persona que tenía una prospectiva, un futuro y la posibilidad de trascender más allá de una nota en un informativo o un diario.

La realidad golpea brutalmente cuando se dan a conocer sucesos de esta naturaleza y se destaca la sensación de desamparo en que vive la mayoría de la gente. Desde hace décadas la inseguridad ha sido un tema constante y latente en a la sociedad, aunado a la impunidad rampante con la que, a diario, se cometen delitos de toda índole y consecuencias. La gente sale a sus actividades con la incertidumbre de retornar a sus hogares; viven sus vidas con el miedo constante de, en cualquier momento, ser víctimas de algún delito. Los jóvenes no pueden asistir a fiestas, reuniones o lugares de esparcimiento, sin que sus padres se mantengan en la zozobra constante por la seguridad de sus hijos. Los niños viven recluidos en sus casas. La constante es la incertidumbre, el miedo y el abandono de quienes se comprometieron a brindarles la elemental seguridad.

En la zona metropolitana del Valle de México se escuchó un grito ensordecedor que llama al orden a las autoridades de todos los niveles de gobierno: se exige un alto a la inseguridad, a la impunidad y, sobre todo, el clamor exacerbado por que se haga justicia y se castigue al homicida de Hugo Carbajal. Lo que se traduce en una exigencia clara para que las autoridades atiendan prioritariamente sus funciones gubernamentales y se deje atrás la arenga, la diatriba y el debate políticos y se aboquen a las funciones que por mandato popular y constitucional tienen la obligación de desempeñar: brindar seguridad a las personas.

Andrés A. Aguilera Martínez

@AndresAguileraM