Informar al público es una gran responsabilidad. De ello depende que las personas cuenten con datos valiosos

sobre diversas circunstancias que llegan a incidir en su cotidianidad. Así, cuando una persona compra una casa que ha sido usada, requiere saber de diversas cosas de su historia, tales como: las escrituras que acrediten que quien vende está en condiciones de adquirirla; el estatus respecto al cumplimiento de las obligaciones fiscales como los pagos del impuesto predial y los derechos por consumo de agua; los planos estructurales de la misma; así como cualquier otro suceso que se considere importante para que la transacción sea lo más transparente posible.

Así como una compraventa de un inmueble requiere que se proporcione información objetiva sobre su vida y uso, también lo requiere la vida pública de un país. Los sucesos que ocurren ya sean fenómenos naturales o provocados por el hombre, o bien aquello que tiene que ver con la “cosa pública”, el desempeño gubernamental y el actuar de los gobernantes, requiere necesariamente ser de dominio público, para que la población, que al final del día es a quien se deben los funcionarios públicos, tengan datos que les permitan ejercer las funciones y obligaciones que el sistema democrático les impone.

Hay diversas maneras de informar. Ya sea la puesta a disposición de información por parte de las instituciones para consulta de cualquier interesado, o bien, a través de la difusión que realizan los medios de comunicación masivo, tanto tradicionales como de nuevo cuño, para que la información de las instituciones públicas y sus dirigentes sea difundida para que esté al alcance de quien desee hacerse de ella. De este modo, desde los albores democráticos de las repúblicas modernas, hasta nuestros días, la noble profesión del periodismo se torna en un factor que es indispensable para que la democracia exista y permanezca vigente. Es, como su definición más común lo señala, como “la labor profesional que se centra en la recolección, síntesis, procesamiento y publicación de datos de carácter actual, cuya base es la noticia —con sus distintos géneros— y que puede tener un perfil meramente informativo, interpretativo, o explotar el ámbito de la opinión que no es otra cosa más que difundir la forma en que quien lo difunde observa y percibe la noticia.

En este ámbito de la noticia, la opinión de quien es meramente libre y sujeta tanto al pensamiento como a los intereses del emisor. En pocas palabras, está plagada de una subjetividad que, en muchas ocasiones, puede ser incluso carente de veracidad o tergiversada a modo de que esa visión se confunda como una verdad absoluta e irrefutable.

En ese terreno se encuentra el periodismo militante que no es otra cosa que aquel que busca transmitir, como verdad, una recopilación de información cuya difusión tiene una tendencia política determinada, por lo que se desentiende de la objetividad que implica la responsabilidad de informar, para darle paso a una visión sesgada y conveniente a cierto movimiento político determinado.

En esta lógica, en un país donde la polarización se recrudece conforme pasa el tiempo, el periodismo militante aparece como un mecanismo de acusación y respuesta con respecto a la difusión de sucesos determinados, con la finalidad de, por un lado, conservar y aumentar afectos y simpatías, y por otro, servir de instrumento de ataque, crítica y hasta sevicia en contra de los adversarios, mientras la verdad queda reservada para momentos de mayor estabilidad y tranquilidad social.

Andrés A. Aguilera Martínez

@AndresAguileraM