En el corazón de la Ciudad de México, en el cruce de las avenidas Hidalgo y Paseo de la Reforma se ubica el nuevo museo Kaluz, en lo que hasta el 2016 fue conocido como el hotel Cortés, un hermoso edificio colonial del siglo XVIII remodelado para exhibir la colección personal de obras de arte del

empresario mexicano Antonio del Valle Ruiz.

La exposición inaugural se realizó en octubre del 2020, y a pesar de la pandemia de Covid-19, dicho recinto artístico abrió sus puertas con la muestra que se mantiene en exhibición hasta hoy en día bajo el título de México y los mexicanos. Se trata de una propuesta museográfica que tiene el objetivo central de mostrar a un país “plural e incluyente que abarca una amplia definición del mexicano, no sólo aquel que lo es por nacimiento, sino quienes lo han sido por adopción”, según se lee en la página oficial del museo en Internet.

Luego de recorrer las espaciosas salas del inmueble bellamente remodelado —lo que en sí mismo constituye un plus para el visitante—,  me parece que el objetivo de la muestra se cumple plenamente a través de más de 200 pinturas de diferentes formatos y técnicas estilísticas de un igualmente vasto repertorio de pintores nacionales de talla internacional como los muralistas mexicanos Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Gerardo Murillo, mejor conocido como Dr. Átl; el paisajista José María Velasco; María Izquierdo, Angelina Beloff, Rosario Carera, Fanny Rabel y un sinnúmero de artistas del mismo calado.

Uno de los aciertos de esta exposición inaugural, vigente hasta finales del año en curso, es su iniciativa de subdividir el tema global de “México y los mexicanos” en temáticas específicas que den cuenta de las formas plásticas en que este concepto de nación se hizo presente en las creaciones de los pintores que conforman el acervo artístico de Antonio del Valle, propietario del museo.

La curaduría de la muestra, a cargo de José Ignacio Aldama, ofrece al menos nueve temáticas en las que se desglosa nuestra “mexicanidad” como espacio geográfico —“naturaleza exuberante”—; como lugar de “seducción de México sobre los extranjeros”; como “sitios de congregación” y de “sociabilidad”. Otros temas son los “ámbitos urbanos” y sitios de “domesticidad” en entornos del hogar; “los retratos” de los y las mexicanas; sus formas de “religiosidad y alegoría” para celebrar lo nuestro y para disfrutar de “los frutos de nuestra tierra”. Es decir, se trata de un recorrido temático e histórico de una identidad cultural delineada por múltiples pinceles y visiones artísticas plasmadas en cuatro grandes géneros: paisaje, naturaleza muerta, retrato y pintura de costumbres.

Otro aspecto a destacar de esta primera exposición del museo Kaluz es la pertinencia en el manejo de la iluminación artificial en la mayoría de las salas, a base de rieles con luminarias LED perfectamente colocadas y orientadas para destacar el “foco” o centro de interés de cada pintura, sin importar el tamaño de la misma. Esto habla de un cuidado especial puesto en la instalación de cada uno de los más de 200 cuadros que integran la muestra.

En lo personal, me interesa hacer notar tanto la calidad artística de los autores expuestos como la de sus obras. Es el caso de Manuel Rodríguez Lozano y la grata impresión que dejó en mí su mural titulado La piedad en el desierto (1945). Pintado con la técnica artística de fresco, destaca por su tamaño y por los colores contrastantes que emplea el autor en su obra: un azul intenso sobre ocres oscuros que en el centro del cuadro delinea la figura de una virgen María mestiza —la madre mexicana—, que sostiene en sus manos a un Jesucristo desnudo sin su cruz, pero cuyos brazos y cabeza asemejan esa cruz ausente. Su cuerpo flácido y alargado delinea un enorme triángulo luminoso que contrasta con el ropaje oscuro de María y con su velo tipo rebozo que, junto con su cuerpo, también modelan dos enormes triángulos, de tal manera que se logra una composición estética con base en líneas diagonales y formas geométricas triangulares. Así, el autor nos trasmite una estética personal centrada en el dolor, la miseria y la desolación de una virgen/madre que arropa a su hijo desvalido. La piedad en el desierto originalmente fue hecha para el pabellón de los tuberculosos de la penitenciaría de Lecumberri.

Por último, deseo destacar dos cosas importantes: una, el mural exterior Jardín urbano, diseñado por Vicente Rojo exprofeso para la pared que da al Paseo de la Reforma, y cuyo espacio público (banqueta) también se remodeló, a modo de crear una plazoleta con bancos de piedra, en las que el público interesado puede sentarse a disfrutar este mural hecho con piedras extraídas de diversos estados del centro del país. Y la segunda cosa a recalcar es conocer la terraza del museo Kaluz, localizada en el segundo nivel del inmueble, desde donde los visitantes pueden deleitarse con una original vista panorámica del centro de la ciudad mientras se toman un descanso acompañados de alguna de las bebidas disponibles en la cafetería de la misma. @NohemyGarcaDua1