Cuando Luis Donaldo Colosio era candidato a la presidencia de la República, por supuesto que

 contaba con información privilegiada o que era obtenida por servicios de inteligencia.
Sabía perfectamente quién era quién en la política nacional, tenía a la mano perfiles tanto de quienes militaban en su partido como de quienes no militaban. De todos, por si alguno era necesario revisarlo. No quiere decir que se ocupara en examinar expedientes. Tenía gente que lo alertaba cuando no era conveniente encontrarse con algún personaje.
Colosio, era cauto en ese sentido. Así como cuidaba que sus reuniones de “Cuarto de Guerra” no fueran escuchadas por extraños, ni presenciales ni a través de micrófonos, también evitaba encontrarse con personajes que pudieran afectar o comprometer sus aspiraciones.
Así sucedió con un gobernador, que obviamente hace mucho tiempo que dejó el cargo. La información o versiones de que disponía el político sonorense era de que el mandatario estatal tenía contacto con gente que se dedicaba al tráfico de drogas. Había sospechas.
Por eso, Colosio, con oportunidad, solicitó a uno de sus estrategas que avisara al gobernador que no lo quería ver en la ceremonia de recepción.
A pesar del mensaje, cuando llegó el día de la visita, el gobernador estaba en primera fila.
La avanzada del candidato de inmediato le reportó a su jefe. Colosio dio la instrucción categórica de que se le dijera que no lo quería ver y mucho menos saludar. El gobernador entendió y se retiró del lugar.
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