El Coronavirus ha complicado el trabajo a los juzgadores en el mundo, a los que trabajan en el Poder Judicial y tienen el compromiso de impartir justicia, lo más

 pronto posible, con imparcialidad, con la ley en la mano, sin ceder a presiones, consignas ni responder a intereses malsanos.
Complicado porque ahora tienen que caminar por una cuerda digital que no todos dominan y hay riesgo de caerse. Con tal de no quedarse en la parálisis, han optado por echar mano de videoconferencias, la realidad virtual, el uso de las nuevas tecnologías, porque la justicia no puede ni debe seguir esperando.
El compás de espera originado por la propagación del maligno virus, que ha llevado a millones a quedarse en casa, ojalá permita la reflexión sobre la fragilidad del planeta y la importancia de no perder de vista que una acción, un error, puede acabar con una vida o una familia.
Valorar que en la impartición de justicia deben estar por delante los hechos y la aplicación de la ley, tener conciencia de lo que está en juego; no es una simple decisión sin consecuencias. Por el contrario, puede ser de consecuencias mayúsculas si es desatinada, precipitada.
Por eso el doble cuidado a que están obligados los juzgadores para no vulnerar derechos básicos, fundamentales.
La transmisión o comunicación virtual entre los juzgadores debe estar a la altura de lo que significa la impartición de justicia, que no vaya a ser una falla técnica lo que eche a perder un trabajo colegiado y dañe gente inocente.
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@zarateaz1
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