En el futbol mexicano hay equipos que están identificados como “grandes” por los años que tienen en el balompié,

por el número de campeonatos ganados, por el nivel de jugadores extranjeros contratados, por sus estadios, número de seguidores y capacidad de financiamiento.

Por muchos años el número de los “grandes” equipos se había reducido a cuatro: América, Guadalajara, Cruz Azul y Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Con el tiempo se agregaron los Tigres de la Universidad de Nuevo León y los rayados de Monterrey, también con jugadores y estadios en los que se ha gastado y gasta millones de dólares.

Seis equipos obligados a estar en los primeros lugares, en la liguilla, para que se pueda justificar el financiamiento. Los dueños exigen títulos y estadios llenos. Para ellos el futbol es negocio.

Ninguno de los seis llegó a la final del futbol, quedaron eliminados en el camino por dos equipos que por mucho tiempo se han visto como medianos y hasta pequeños, con cuadros decorosos, que no representan nóminas muy altas y muy lejos de ser los multimillonarios de este deporte profesional. Tampoco se caracterizan por atraer a multitudes en todo el país, como sucede con otros.

Se trata del Pachuca y el Atlas, los que llegaron a la final.

Demostraron que, con disciplina, entrenamiento, perseverancia, amor a la camiseta, juego de equipo y director técnico, también se puede ser grande.

Atlas es campeón por segunda vez consecutiva y Pachuca digno rival.

Arturo Zárate Vite

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@zarateaz1

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