El caso del actor norteamericano Johnny Depp ha marcado precedente mundial, porque por primera vez un personaje de nivel internacional

fue declarado inocente ante imputaciones de abuso doméstico cometidas supuestamente contra quien fuera su esposa Amber Heard.

Ganó Depp la demanda por difamación, demostró que la verdad estaba de su lado y que su ex pareja había mentido.

Los siete integrantes del jurado del estado de Virginia en los Estados Unidos (cinco varones y dos mujeres) votaron a su favor y de manera unánime acordaron que la actriz lo indemnice con 15 millones de dólares.

El proceso legal fue seguido y observado por millones de hombres y mujeres en el mundo, interesados en el tema y su desenlace, por la relevancia que tiene para la impartición de justicia.

Para muchos procesos similares, no solo en los Estados Unidos, sino en cualquier nación, podrá ser referencia.

Quedó claro que la perspectiva de género en la impartición de justicia, de ninguna manera, debe implicar inclinar la balanza únicamente por el hecho de que se trata de una mujer.

Lo que deben prevalecer son las pruebas, no los meros dichos y mucho menos si se demuestra que son inventados.

El poder judicial de los Estados Unidos ha dado una lección de lo que es juzgar con imparcialidad, sin línea ni influencia alguna, sin favorecer a ninguna de las partes por cuestiones de género.

Hizo lo correcto, lo justo, restaurarle su honor a quien decía la verdad, al actor Johnny Depp.

Arturo Zárate Vite

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@zarateaz1

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