Somos poco más de 80 millones de contribuyentes en el país, misma cantidad que la población total de Alemania (80 millones y pico).  Decir que esa
cantidad de mexicanos aportan al erario se antojaría como un logro de este gobierno, falso, somos muchos, pero son más los que no pagan, más del 60 % no le entran, los informales… Y claro está, que si apretamos el concepto de “pago de impuestos” en realidad todos lo hacemos, pues México es una de las naciones que más gravemente aplica en todo lo que consumimos.
 
Quien trabaja debe declarar impuestos y no solo está en el corral de la ordeña, ya que por adquirir cualquier cosa, es obligatorio pagar una tasa impositiva, ya sean cigarros, gasolina, comida, papel de baño o por enfermarse.  El mexicano más rico paga al igual que el más pobre, nadie escapa. Pero hay de mexicanos a mexicanos, el número de personas físicas que pagan impuestos llega a los 5.5 millones, solo el 16.18% de la población económicamente activa… Y solo el 27.5% de las personas morales pagan regularmente impuestos. 
 
Los contribuyentes cautivos son la casta que ejemplifica otra variante de desigualdad social, pues está comprobado que entre más rico seas, menos impuestos pagas. En cambio,  los pequeños, medianos empresarios o profesionista que se contraten por medio de recibos de honorarios estaremos condenados a la declaración y pago de impuestos, una moderna e injusta forma de tener al gallinero poniendo huevos para que la hacienda tenga blanquillos para sus desayunos.
 
Ahora bien, ¿Todos deberíamos pagar impuestos por lo que generamos con nuestras actividades? ¡Claro! La cuestión es que el sistema de recaudación del Impuesto Sobre la Renta es más un aparato de tortura que un facilitador, pero no solamente es problema de quien lo exige, sino de quien crea las reglas y la manera en como se gasta lo recaudado.  Por eso me detengo en este punto, no se puede decir que está bien pagar impuestos cuando se insulta a la inteligencia económica del país, si el dinero de los contribuyentes se aplica a proyectos qué significan tirar a la basura miles de millones de dólares solo porque se les viene en gana.
 
Pensemos de esta manera; si un grupo de amigos o familiares deciden juntar sus ahorros para echar a andar un negocio, pero el encargado del dinero lo despilfarra en caprichos y sueños guajiros, evidentemente los inversionistas darían de gritos, se molestarían.  Algo así está ocurriendo en estos momentos,  pero hemos sido adoctrinados a que esta forma es la correcta,  cuando no debería ser así. ¿Quién se ha sacudido por el pago excesivo generado por la cancelación del aeropuerto de Texcoco? ¿Quién se ofende por el sobre costo de dos bocas o la inversión millonaria en un tren que grita que será un fracaso? Y súmele el derroche millonario en las consultas para la vacilada del “juicio a expresidentes” o lo de la revocación de mandato.
 
Esto es simple; no solo no tenemos uno de los peores sistemas de cobro de impuestos, disparejo y draconiano, sino que ese dinero se utiliza para borracheras monumentales llamadas obras del sexenio. Ni a López de Santa Ana se le hubiese ocurrido.
 
No es regaño, es Picotazo Político
 
 
Miguel Ángel López Farías                  
 
Historiador. Director y conductor del programa radiofónico 'Urbe de Hierro', transmitido por ABC Radio 760 AM de 4 a 5pm.                  
 
Presidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT).                
 
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