Repetir mil veces una mentira no la convierte en verdad. Tal como lo afirmara Charles P. Scott en ocasión del centenario de "The

Guardian" en 1921, "comments are free, but facts are sacred" ("los comentarios son libres, pero los hechos son sagrados"). Pero el modus operandi de la falsedad política, sacraliza los dichos, exige pleno derecho a externar sus opiniones y supone que la libertad de expresión permite proclamar como "verdades", a partir de una libre interpretación de los hechos, los más burdos embustes. La mentira moderna abandona sus refinamientos, los intrincados recovecos de la justificación y del ocultamiento; es pedestre y vulgar como el contenido de sus aserciones, sin respeto alguno por la verosimilitud y la coherencia. El discurso político del populismo actual, apunta al inconsciente, a lo que el otro pretende oír; se fabrica siempre con fines internos para crear marcos mentales, percepciones subjetivas, actitudes sesgadas o creencias irreflexivas, para consolidar ese tipo de visceralidad que nulifica la objetividad y el análisis racional, para imponer la agenda que aleje a la opinión pública de los hechos "inconvenientes", para instalar en el receptor la realidad "alterna".  La mentira pública se legitima en la credulidad, se impone como certeza al margen de la evidencia; revestida de hipérboles retóricas, de sensacionalismos fatuos, de anecdotarios a modo, de representaciones circenses, de montajes simbólicos, de escenificaciones calculadas o de engaños propagandísticos, elude la barrera de la reflexión para insertarse sin filtros en el imaginario colectivo. Es consumida compulsivamente, sin el tamiz de la crítica, sin la necesaria confrontación con el "lenguaje de la realidad". Su penetración irreflexiva promueve la "desmemoria", la pasividad receptiva, la indulgencia ciega, el desapego informativo; Infiltra la mente del oyente como un mal silencioso para inducirlo a la movilización, a la inacción, al aplauso, a la aprobación, al combate o a la resistencia, según convenga. La fórmula es simple; conectar con las emociones y con los distorsiones cognitivas del oyente, encauzar su descontento, instrumentalizar sus agravios, acicatear sus resentimientos, fomentar sus prejuicios, encontrar símbolos que le movilicen, tergiversar los hechos, manipular la historia a gran escala para dar sustento a la mendacidad del discurso.  Edificada la posverdad, la distorsión deliberada de la realidad circundante, la reconstrucción visceral de los hechos y los dichos, la mentira transitará impune, descarada y cínica. Sólo así se explica el triunfalismo, la embustería descarnada, el inaudito despliegue de falacias y de engaños, la impudicia y la desvergüenza del discurso con que, nuestro "pinocho compulsivo", aderezó su Tercer Informe de Gobierno. Mientras fluía su verborrea mendaz, su desfile delirante de "récords históricos", su transformación irreversible y prodigiosa, la realidad misma confirmaba su mentira, su malabarismo embaucador, su retórica falsaria. Ahí, en la verdad de los hechos, en la realidad que nos golpea con la firmeza de lo inevitable, desfilan sus corruptos (hermanos y parientes, protegidos e impresentables, violadores y beneficiarios), las crecientes remesas de los "expulsados", los muertos de su "pandemia domada", los 92 mil homicidios dolosos de su malogrado gobierno, sus 3.8 millones de nuevos pobres, su debacle económica con una contracción de -5.5%,, su desabasto en el sector salud, el abandono de sus niños con cáncer, su ruindad y desconocimiento en el manejo de la pandemia, su desprecio por la ciencia, su polarización infame, su indiferencia ante el feminicidio, sus masacres cotidianas, su nepotismo descarado, su combate a la pluralidad, su mecenazgo clientelar, sus ataques reiterados a la libertad de expresión, su bienestar de pacotilla.   

¡Tenga paciencia mi señor! Se coronará algún día como el rey del parloteo, como el amo y señor de la mendacidad y del engaño. Los retrocesos, concuerdo con Usted, no son fáciles, su mentira ya corroe la realidad; alcanzará por fin el culmen de la estafa, sólo que vamos "a la mitad del camino". 

Dr Javier González Maciel 

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Estudios universitarios en Psicología, Médico Cirujano, Especialista en Cardiología, alta especialidad en Cardiología Intervencionista en Madrid España, titular de posgrado en Cardiología clínica, miembro de la Sociedad Española de Cardiología, profesor universitario, director médico en la industria del seguro de personas y conferencista para América Latina