Y otra vez el Ejército. Parece que ante la incompetencia de los gobiernos para cumplir los ordenamientos constitucionales se han dado a la tarea de cambiar los

 destinos y obligaciones de las Fuerzas Armadas. Especialmente en este sexenio las modificaciones son evidentes, usan a los uniformados desde albañiles para construir pistas de aterrizaje, pasando por barreras migratorias, cateadores de bultos en el Metro, policías esquineros, enemigos de huachicoleros, hasta socorristas en la pandemia. Durante el sexenio de Calderón y su lucha contra el crimen organizado, la izquierda de amlo, de Mario Delgado y otros camaleones de la política se dedicó a organizar una campaña contra lo que llamaban la militarización del país. Ahora hacen lo mismo pero peor. La confusión es absoluta cuando pretenden hacer creer que se fortalecen a las Fuerzas Armadas pero en la vida real el gobierno permite la liberación de asesinos como Ovidio Guzman o la relación del propio presidente con la madre del criminal y narcotràficante más peligroso del planeta, mientras en las rancherías y poblados lo mismo la sociedad civil humilla a jaloneos a los soldados que caen en emboscadas letales en eventos de clara traición. Este sexenio se estrenó con lo que llama Guardia Civil que no ha podido reducir los niveles de criminalidad y violencia orillando a amlo a entretenerse con el argumento de que se están pagando errores del pasado. Los operativos fallidos y ridiculos como el “culiacanazo” muestran que el mando civil esta cometiendo errores que cuestan la vida de inocentes. Pero al parecer ahora la mágica estrategia es llevar a los soldados a las calles para cumplir con tareas de seguridad pública. Y nos preguntamos, por qué justo ahora? La primera reacción es pensar que la pandemia se ha salido de control y requieren de proponer medidas más severas y restrictivas. La policía por si misma no podría con esta situación. La segunda reacción es creer que se está ortorgando a las Fuerzas Armadas un mero apoyo legal en sus quehaceres, pero rebota nuevamente la interrogante, apoyarlos en labores de policías para que no sean, digamos, denunciados por derechos humanos?. El adiestramiento militar, lo hemos dicho, es muy distinto al de los cuerpos civiles. El soldado merece una misión mayor que la de corretear a carteristas, la soberanía, defensa y seguridad nacional en todos sentidos recae en nuestro Ejercito. Ellos portan armas, no toletes; ellos están dispuestos a ofrendar la vida en un acto invasor por extraños, no para catear puestos ambulantes en tianguis temporales; ellos defienden los simbolos nacionales, no están para vigilar cruceros y avenidas; en ellos se confía por su voluntad de servicio, no por extorsiones a contribuyentes; un vehículo militar o recibe gratitud o respeto, no son patrullas a las que uno prefiere evadir. Son los militares los que se adiestran para cumplir tareas de altísimo riesgo en momentos de tragedia. Y no trato de elevar el prestigio de unos y demoler la integridad de los otros. Simplemente intento exponer una realidad que no encaja en el acontecer nacional. Antes de llamar a soldados a poner orden, se debería de identificar y aprehender los delincuentes ( para ello están instituciones de inteligencia), se tendría que aprehender y exhibir a los corruptos y traidores en el poder, operar estrategias severas contras el narcomenudeo, quitar la careta de quiénes están financiando a grupos de choque como los anarcos, los huachicoleros, los secuestradores de casetas de peaje o los grupúsculos disfrazados de “sindicatos” para dinamitar la institucionalidad de la nación. Un soldado debe llamarse para casos extremos. De acuerdo a cómo se vea pero o son la primera puerta o la última. No hay más. Desde 1994 hay cobardes en encapuchados poniendo condiciones extraconstitucionales en Chiapas. Salinas no resolvió y si replegó, Zedillo toleró, Fox y sus “quince minutos”, Calderón dejó pasar y Peña Nieto no marcó ni compromiso ni planes para cerrar el capítulo. Y ahí están, y ahí siguen, intocables cuando en diferentes misiones se obligó al Ejército a mantener la paz en la región sin ninguna garantía de vida para los soldados. Y con ese circo ahora pretenden creer que son llamados a reducir los niveles de violencia ante grupos que arrodillan al Estado como ya lo hizo el Càrtel de Sinaloa?. Si no han podido con embozados que declaran la guerra al Ejército con fusiles de madera, pretenden hacerlo con sicarios que ya mostraron su poderío de armas en Jalisco, Veracruz, Guerrero, Tamaulipas y Guanajuato, entre otros? Llaman a nuevas tareas a los militares cuando el presidente en su agenda tiene como prioridad la amnistía? Los queremos como barrea humana contra migrantes ilegales? Bartlett en tribuna senatorial ha calificado estas determinaciones del gobierno como tareas “militar/policiaco como mandatos absurdos, antinacionales y traidores a la patria” y el mismo preguntó a sus pares en la curul si”nuestros hijos y nosotros mismos vamos a vivir bajo ese régimen militar, qué no saben lo que es estar bajo un control militar? estàn jugando con fuego, dense cuenta, hay que decirle al presidente que está entregando el país y no estar aquí de obsequiosos e ignorantes sin leer nada participando en una conjura contra la democracia mexicana. Con esto el Senado se convierte en un palero” y esas así de demoledores fueron las declaraciones del hoy director de la CFE (antes por supuesto , en el pasado, el de la mafia en el poder).. Entonces manipuladores, traidores, corruptos en la política o cómo lo entendemos para no caer en confusiones. Al Ejército hay que respetarlo y protegerlo, no podemos entregarlo ni al hampa ni a los vaivenes de caprichos de los gobernantes. Nada más nos falta que el intento sea enfrentar a los soldados con la sociedad civil, eso sería intolerable ,inadmisible y muy, muy peligroso