Creo que ha llegado la hora en que los mexicanos de todas las

 latitudes comencemos a preguntarnos si el rumbo del país es el correcto. Y no se trata de que los simples ciudadanos coadyuven en la estructuración de un diagnóstico que debe ser hecho por especialistas, sino que aporten opiniones acerca de las decisiones que desde la más alta investidura gubernamental se están tomando sin un previo estudio de los beneficios y los perjuicios para las regiones y los habitantes que al final son los que reciben los beneficios o los perjuicios.

Me queda muy claro que el talante autoritario de Andrés Manuel López Obrador, por desgracia el Presidente de la Republica, es el que seguirá imponiendo su voluntad aunque la mayor parte de los mexicanos no lo hayamos favorecido con el voto. Y lo digo con toda responsabilidad, porque hasta ahora lo único que ha mostrado y demostrado es una serie de desatinos que la mayor parte de los mexicanos hemos entendido como un rasgo muy peculiar de su forma de concebir el ejercicio de gobierno, sin transigir siquiera un poco con los demás factores de poder. La tiranía está en ciernes.

Quien se trague las estúpidas consultas con las que ha pretendido legitimar las decisiones que simplemente se toman de acuerdo a sus constantes caprichos, es que no ha entendido esa enfermedad que lo ha caracterizado durante su vida pública. Aquella exclamación de “"al diablo con sus instituciones” tuvo la virtud de definirlo y retratarlo en toda su dimensión, y pese a ello logró consolidar su proyecto de hacerse el amo y señor de las decisiones del país, aunque seamos nosotros, quienes aportamos el dinero que se gasta, los que durante mucho tiempo hemos solicitado esa transparencia en el gasto público que nunca ha tenido.

Los destellos autoritarios de su etapa al frente del Gobierno de la Ciudad de México no fueron suficiente para que los mexicanos entendieran de que estaba hecho ese voluntarismo. Para decirlo más claro, si hay alguien que ha dispuesto de enormes cantidades de dinero público en su provecho ha sido el ahora Presidente de la Republica, porque siempre le funcionó la maquinaria de la extorsión que ponía en funcionamiento con sus concentraciones y marchas en cada latitud del país. Así como usted lo lee, siempre fue un maestro en el arte de la extorsión a los gobernadores.

La cantaleta de su lucha por los pobres fue una falsa careta que utilizó como lema para que los olvidados se sumaran incondicionalmente a su proyecto político. Su llegada a la Jefatura de Gobierno se la debió a Rosario Robles Berlanga, quien pagó a Televisa cuatrocientos ochenta millones de pesos para que lo publicitaran intensamente y rebasara a Santiago Creel. Tan mal agradecido es, que ahora la mantiene en la cárcel, y estará ahí mientras el siga siendo Presidente de la Republica. Para decirlo de otra forma, La Señora Robles tendrá que aguantar el encierro y la infamia presidencial.

A través de esos caprichos que tiene para tomar decisiones es como ha hilado una serie de resabios y rencores ente los hombres del dinero. Su última hazaña fue la ilegal consulta para cancelar la inversión instrumentada de mil cuatrocientos millones de pesos en una planta cervecera en Mexicali, Baja California, donde desde luego que su principal socio, el Gobernador Jaime Bonilla Valdez, será quien al final tendrá los beneficios de la decisión. Hay que decirlo fuerte y claro, si hay alguien que ha sido corrupto toda su vida, desde que Manuel Camacho le entregó cuatrocientos cinco millones de pesos para que levantara el plantón de barrenderos del Zócalo, ha sido Andrés Manuel López Obrador. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.