No sé cuáles son los parámetros que está utilizando el Gobierno Federal para determinar la finalización del confinamiento en el que hemos estado sometidos desde que se declaró la emergencia sanitaria. Desconozco si haya sido una de las muchas ocurrencias que tiene el Presidente de la Republica y los especialistas que lo acompañan en su gestión al frente de los esfuerzos por enfrentar la pandemia del coronavirus. Hasta ahora todo parece indicar que es una medida temeraria que pudiera propiciar una tragedia.

A partir del lunes venidero habrá que encomendarnos a todo el santoral, porque así como el Presidente en alguna ocasión aconsejo que saliéramos y que nos abrazáramos porque no pasaba nada, dicha predicción pareciera haber salido de su más recóndita ignorancia en el tema medico. Ni que decir del encargado de salir a medios todos los días, Hugo López Gatell, quien ha realizado un detestable papel por su carencia de conocimiento y su falta de ética a la hora de velar por la salud pública de los mexicanos.

Los gobernadores no piensan igual, y hay quienes han determinado aguantar hasta el quince de junio para tomar una decisión, como es el caso de Carlos Joaquín González, gobernador de Quintana Roo, quien de manera responsable ha señalado que no se levantara el confinamiento hasta tener la seguridad de que el brote epidémico ha sido controlado. La misma posición ha sido adoptada por Héctor Astudillo, Gobernador de Guerrero, quien también ha sido reconocido por su posicionamiento de velar por la salud de sus gobernados.

Sin lugar a dudas la disociación entre gobernadores y el gobierno federal es un problema, pero el valladar mayor es que ha sido propiciado por un Presidente de la Republica que no atina a seguir los protocolos republicanos simplemente porque forman parte de los gobiernos anteriores, o del régimen que instauró el Partido Revolucionario Institucional. Si de pretender la instauración de un nuevo régimen se trata, lo primero que habría haber hecho Andrés Manuel López Obrador es ponerse a estudiar un poco de Ciencia Política.

Hasta ahora los dislates gubernamentales son la constante de todos los días, y aunque muchos mexicanos ya perdieron la capacidad de asombro ante tantos yerros y desatinos organizados por los más conspicuos y encumbrados miembros de la 4T. Lejos están quedando aquellos tiempos en los que el vándalo y ladrón de Gerardo Fernández Noroña encabezaba los escándalos y enfrentamientos con los policías del Gobierno de la  Ciudad de México para hacerse notar. Claro está que después alcanzó una diputación, porque pareciera que en Morena hay que ser vándalo para alcanzar notoriedad y posición política.

Pero regresando al tema del confinamiento ciudadano, al señor López Obrador se le ocurrió que ya era hora de regresar a sus acostumbradas concentraciones porque seguramente extraña los vítores de las huestes morenistas que acuden en tropel, con tal de recibir la despensa o las cuotas que les entregan sus principales liderazgos, porque de lo que se trata es de que los mexicanos sigamos pensando que el señor Presidente de la República sigue siendo el hombre más popular de la historia del país. Así de simple el razonamiento en Palacio Nacional. La pregunta es: ¿y como para cuando se pone a trabajar con su gabinete ante las predicciones negativas del Producto Interno Bruto? ¿O es que lo bruto seguirá siendo la constante en el Señor Presidente? Al tiempo. 

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