A menos de dos años de ejercicio gubernamental los saldos no son buenos, pero lo peor es el asqueroso despilfarro del dinero público que realiza el señor Andrés Manuel López Obrador todos los días sin importarle que sea dinero de todos los mexicanos.

 Resulta brutalmente ofensivo para quienes tributamos en este país que el Primer Mandatario haga lo que le viene en gana con el dinero público, y porque hasta ahora nos está llevando a la bancarrota con sus decisiones absurdas y su populismo rampante que mantiene como sello de su gobierno.

Lo que distinguirá a su administración sin lugar a dudas es la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, para trasladarlo a un lugar en donde el gasto será inmensamente mayor que haber terminado el de Texcoco. Pero lo más grave es la perdida de un proyecto que había sido planeado para otorgarle viabilidad futura a la Capital de la Republica, y lo peor fue que dicha cancelación provocó en las afores pérdidas por más de ciento treinta mil millones de peso, y perdidas al erario por más de ciento sesenta mil millones de pesos..

Santa Lucía no es más que un capricho personal de quién por ahora mal conduce al país y lo absurdo de todo esto es que ahora será el Ejército Mexicano quien llevará las riendas de la construcción, decisión que no es otra cosa más que intentar comprar voluntades por si se ofreciera en el probable caso de caminar hacia una dictadura como ha sido la costumbre en los regímenes populistas de Centro y Sudamérica. Por mucho que se asuma como un demócrata la realidad indica que estamos ante un tirano en ciernes.

Esa estrategia de compra de voluntades también tendrá un alto costo para los mexicanos, y las estimaciones que se han realizado por los expertos para el gasto del mantenimiento del programa de “"Jóvenes Construyendo el Futuro” en los siguientes años será por la cantidad de cinco mil billones de pesos. Regalar dinero es el mejor camino para mantener altos los niveles de popularidad, pero eso no quiere decir que con ello se mejoren las condiciones de la pobreza en que vive la tercera parte de los mexicanos.

Y también hay que decirlo con todas sus letras, los negocios están a la orden del día, como fue el caso de la compra en el extranjero de quinientas setenta y un pipas para mover el combustible de la paraestatal por las carreteras ya que no le gustan los ductos. Y la decisión de la mayoría parlamentaria del Movimiento de Regeneración Nacional para asignar directamente sin licitación de por medio la construcción de la Refinería de Tabasco. Y ni que decir también de la asignación directa de contratos para la perforación de pozos petroleros.

El Presidente Andrés Manuel López Obrador se está convirtiendo en en un dictador con sus personalísimas decisiones para disponer del dinero de los mexicanos. Hasta ahora las cosas le han salido mal por concentrar las decisiones. La violación constante de la ley ha sido la marca de su gobierno, pero lo peor es la crisis económica que se avecina y que tendrá efectos catastróficos en los grupos más desprotegidos del país. La pandemia que tanto desestimó seguramente se convertirá en el sello de su gobierno. Al tiempo.

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