Nunca un mandatario sembró el odio entre los mexicanos en este país. Nunca antes hubo una diferenciación

entre aquellos que son adeptos al presidente de la República, y quienes disentimos de esa forma de ver nuestra realidad reflejada en un proyecto populista que hasta ahora ha empobrecido a la mayor parte de las naciones de este Continente. Nunca nos dividieron entre buenos y malos, y nunca antes los mexicanos recibimos agresiones desde la cúspide del poder, nunca antes los periodistas “incomodos” fueron tan ferozmente perseguidos desde la Dictadura de Porfirio Díaz.

Como periodista puedo entender que el presidente de la Republica tenga diferencias entre la visión de unos y otros, pero de ahí a pretender silenciarnos pidiendo a los dueños de los medios de comunicación nuestra salida simplemente porque no le gustan las críticas y prefiera la adulación, porque de lo contrario no habrá compra de espacios ha sido una circunstancia aberrante. La libertad de expresión en este país ha sido acotada por el tirano que habita en Palacio Nacional. Porque un tirano abusa del poder político y gobierna de manera totalitaria, sin limitaciones legales y, actuando de forma corrupta y cruel.

““Benditas redes sociales” dijo alguna vez el que pululaba por todo el país sembrando la discordia y el enojo, ese que logró trasladar a la mayor parte de los mexicanos para alzarse con el poder de forma omnímoda como aquellas monarquías absolutistas del pasado donde los pueblos eran sojuzgados por los deseos del gobernante. La circunstancia que muchos periodistas hemos tenido que sortear, al igual que como lo hicieron aquellos juglares durante la Edad Media, que eran peregrinos que ministraban información verbal de todo lo que ocurría, seguirá estando vigente porque los medios alternativos tienen tanta presencia que en ocasiones superan a los tradicionales.

Pero también habrá que aceptar que el discurso del odio le redituó a Andrés Manuel López Obrador alcanzar el poder para no poder, porque hasta ahora sigue empecinado en dividirnos cuando lo óptimo sería unirnos para alcanzar todos nuestros ideales. Pero el ha preferido seguir confrontando a quienes no compartimos el pensamiento único del líder de una horda de aventureros, que hasta ahora poco han hecho para erradicar esa pobreza que tanto mencionaron en sus arengas, y que por conveniencia política mantiene para convertirlos en dependientes de sus programas sociales que en nada ayudan a erradicar la pobreza.

Lo óptimo en cualquier país democrático, es la generación de oportunidades y la inversión pública como detonante de los procesos de la economía para mejorar las condiciones de vida de aquellos que se quedaron en el rezago por la falta de oportunidades. Pero por desgracia el pensamiento retrógrado de quien conduce los destinos del país ha conseguido que los pobres sean más pobres, y que algunos de los empresarios más acaudalados hayan trasladado su riqueza a otros lugares por la carencia de oportunidades y de seguridad.

Sembrar el odio es fácil, pero conducir a una nación hacia el florecimiento económico solamente lo alcanzan aquellos que tienen una visión de Estado, y que no pierden el tiempo acudiendo al osado para justificar los errores del presente. Bien ha señalado Ricardo Monreal que este país no puede vivir confrontado por el discurso del odio, y la polarización es el peor de los caminos, por lo que anuncia que encabezará un proyecto de reconciliación nacional. Bienvenidos los esfuerzos por la armonización de la sociedad y desterremos la confrontación inútil que tanto daño ha hecho a México. Al tiempo.

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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en diversos medios de comunicación.