Cada vez que observo al presidente de la República reír por sus constantes ocurrencias en sus conferencias mañaneras,

lo único que se me viene a la cabeza es la socarrona “sonrisa de la muerte” que hasta ahora únicamente ha mostrado como una forma de burlarse de los demás. Debo confesar que siempre he sido un ferviente crítico de las decisiones gubernamentales, y que desde que decidí incursionar en el periodismo me he dedicado a la generación de opinión a través de mis espacios radiofónicos y televisivos, y eso me ha acarreado sinsabores y en ocasiones reclamos desde el poder.

Alguna vez tuve la oportunidad de conversar con Ernesto Zedillo Ponce de León, y pese a esas críticas que siempre he realizado al ejercicio del poder, me trato como lo que siempre fue, un Caballero en toda la extensión de la palabra, y lo sigo considerando uno de los mejores mandatarios de los últimos sexenios. Guardo una fotografía de la ocasión en que tuve la oportunidad de saludarlo, y después de platicar unos momentos, se despidió de mí con un fuerte y cordial abrazo, diciéndome que hiciera mi trabajo, porque el periodismo es uno de los principales mecanismos para contener los excesos del poder.

Mis críticas a Felipe Calderón fueron constantes, pero debo señalar que siempre fue un hombre afectuoso cuando tuve la oportunidad de platicar con el, y nunca me hizo reclamo alguno por mis constantes críticas a su gobierno, es mas, le pedí que me permitiera una fotografía con el y accedió caballerosamente, después me preguntó por mi familia y les envió un cordial saludo. A Enrique Peña Nieto le guardo mucho agradecimiento porque siempre me saludaba efusivamente cuando visitaba la empresa de medios de comunicación en que estuve diecisiete años, hasta que desde Palacio Nacional, en este sexenio, pidieron mi salida.

Siempre fui un feroz crítico de Andreé Manuel López Obrador, y fue el único de los mandatarios que pidió la salida de muchos periodistas de los medios en que hicimos nuestra vida. Cuando llegó la orden de mi salida, los empresarios me despidieron simplemente con una llamada telefónica después de diecisiete años de hacer radio, televisión y opinion en los medios impresos que mantenían en diversos estados del país. Cuando compraron el canal de GreenTV, yo realice doscientos cuarenta documéntales en todos los sistemas ecológicos del país, sin que les costara un solo centavo a los dueños.

He seguido haciendo mi trabajo fuera de la Capital del país. Y seguiré siendo periodista y abogado toda mi vida, pero nunca dejare de escribir y criticar lo que no me gusta de los gobiernos en turno. Una sola vez tuve la oportunidad de saludar a Andrés Manuel López Obrador, y fue en Durango mientras estaba desayunando en el Hotel Gobernador que llegó Gonzalo Yañez, del Partido del Trabajo, con quien siempre mantuve una gran amistad, y me llevó casi a rastras para que saludara al ahora presidente. Le di la mano y le señale que era uno de sus mayores críticos, y simplemente me contestó que mi padre era un buen hombre, a lo que respondí que fue guerrillero y comunista, y que por eso llevaba el nombre de Vladimir Ilich Ulianov, a quien se conoce mejor como Lenin.

Hoy por desgracia no tenemos ningún vínculo y no quiero tenerlo. Cuando observo su socarrona sonrisa, recuerdo con mucho dolor a los niños con Cáncer, esos que dejo morir por no seguir comprando los medicamentos que necesitaban, pero también a los muertos por el crimen organizado, y lo peor que hasta ahora ha tenido la oportunidad de visitarlos y convivir con ellos. En lo personal no tengo ningún aprecio por quien dirige los destinos del país, pero seguiré haciendo mi trabajo aunque no le guste, así de simple. Al tiempo.

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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con cincuenta años de experiencia en diversos medios de comunicación.