A confesión de parte, relevo de pruebas, es un axioma jurídico que significa que quien confiesa algo, libera a la

contraparte de tener que probarlo. Para decirlo más claro, los mexicanos no tenemos necesidad de probar que el principal causante del desastre por el huracán que azoto a Acapulco, o y a los poblados aledaños y al Municipio de Coyuca de Benítez, se llama Andrés Manuel López Obrador.

Y la razón es simple: dieciocho horas antes de que el meteoro azotara a Acapulco y a Coyuca de Benitez, y comunidades aledañas, el Presidente de la República fue alertado por los servicios meteorológicos de Estados Unidos de la amenaza que significaba Otis. A pesar de ello no dio la voz de alerta, y mucho menos se dignó avisar no tan solo a los especialistas, porque simplemente guardó silencio, o se le olvidó lo que le dijeron que ocurriría.

Y la conducta presidencial se adecua a cualquier delito de omisión que se le pretenda imputar una vez que haya dejado de tener fuero, es decir, cuando entregue el poder, porque la comisión del delito de omisión tiene que ser castigada por el número de muertes que muchos especialistas señalan que rebasó las trescientas. Sin lugar a dudas la mendicidad del Presidente de la Republica ha sido un delito de extrema gravedad por la irresponsabilidad en que se ha visto inmiscuido.

Y desde luego que su cinismo sigue estando a la orden del día, porque ha lanzado arengas en sus mañaneras con tal de exculparse de las muertes de esos hombres y mujeres que quedaron en la indefensión, mientras el Mandatario guardaba silencio. Por ahora estará escudado en el fuero que detenta, pero de una u otra forma tendrá que ser incriminado una vez que deje la Primera Magistratura.

Por desgracia para el inquilino de Palacio Nacional, los delitos de omisión que protagonizó no prescribirán en el corto plazo, y de una u otra manera tendrá que pagar sus culpas, porque si en este país existen leyes a las que tenemos que obedecer, el primero que debe hacerlo es el mismo inquilino de Palacio Nacional, que hasta ahora se sigue pavoneando en sus mañaneras como si no tuviera la mínima piedad por quienes perdieron la vida por su culpa.

Mexico no se merece un gobierno como el que encabeza Andres Manuel Lopez Obrador, quien desestimó la Casa Presidencial, para aposentarse en un Palacio Virreinal pensando que su grandeza lo merecía. Por lo pronto habrá que insistir que el delito de omisión que tuvo tiene que ser la principal imputación, y las muertes que causó, las que lo lleven a purgar una grave condena. Al tiempo.

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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con cincuenta años de experiencia en diversos medios de comunicación. Al tiempo.