Entre las lecciones que Evo Morales, el mandatario que dejó de serlo al cabo de más de 13 años en el poder con base en 

 una renuncia aparentemente instigada por los mandos militares bolivianos, destaca una que debería captar casi obligadamente el presidente Andrés Manuel López Obrador con su indudable olfato político.
Hablo de lo que dejó dicho el llamado Príncipe de la Canción, José José, claro, el famoso intérprete mexicano muerto hace unas semanas en Miami y cuyo cuerpo casual o coincidentemente viajó a bordo de un avión militar mexicano como en el caso del defenestrado Evo, traído a México en calidad al menos por ahora de cadáver político.
Amlo debería estar consciente –si es que no lo está, claro- que como cantó José José: “el amor acaba” y que es un hecho cotidianamente comprobable que “se vuelven cadenas lo que fueron cintas blancas”, como bien apunta Manuel Alejandro, el famoso compositor español, autor de la letra de “El amor acaba”.
En un evidente y grave error político, Evo dio por hecho que los bolivianos aceptarían sin chistar y por todo el tiempo que él quisiera, su ejercicio del poder, que nutrió –otro error político- de un discurso polarizante y donde, como refiere el historiador Pablo Stafanoni, recién citado por el diario El País, el abuso del discurso racista forjó a una oposición radical, conformada por aquellos que se sintieron excluidos, “los ningunos”, que de ser voluble e indecisa se convirtió en radical en Bolivia.
Ojo entonces con aquello de que por el bien de México, “primero los pobres”, una postura de López Obrador que pudiera sonar en primera instancia muy halagüeña, pero que a la postre resulta excluyente, discriminatoria y aún lesiva para al menos “la otra mitad” de la población mexicana.
Ojo igualmente con el insistente recurso oratorio de “los conservadores, los fifís, los neoliberales”, una descalificación permanente de amplios segmentos poblacionales del país, que se sienten –una vez más- embestidos, desdeñados y humillados desde el poder presidencial, lo que podría llevarlos a unificarse en nombre de una causa común.
Recuérdese en todo caso que ni los “pobres” y tampoco los “fifís, conservadores o neoliberales” podrán salvarse por sí solos. Se requiere de manera urgente la inclusión, la incorporación, en pocas palabras, la suma y no la resta.
Es un hecho que el bumeran discursivo le creó a Evo una especie de base política a la ultraderecha, que le permitió hacerse del poder en Bolivia, en lo que constituye una señal clara y ominosa para México.
Peor todavía, a diferencia de Bolivia los primeros años de Evo, en México hay el agravante de que la economía retrocede, y no hay señales de mejoría para 2020 y tal vez ni después si se materializa una recesión mundial. Así que los tiempos y procesos se pueden acelerar. Ojo, pues, López Obrador, quien debería dudar de la permanencia inalterable de sus 30 millones de votos. Nada es para siempre.
Nadie habría vaticinado lo que pasó a Evo al cabo de 13 años del ejercicio de un incuestionable poder presidencial, que lo engolosinó al extremo de modificar desde el cénit de ese poder la Constitución y las leyes electorales para garantizar un mando prolongado, algo francamente censurable y que contradijo su propia historia como luchador social, y más aún, como presunto demócrata. Seguramente Evo sucumbió al canto de sirenas de su entorno, que le endulzaron el oído y le hicieron creer su absoluta imprescindibilidad en el poder.
Otra vez, parece útil recordar la letra de “El amor acaba”. Después de todo, “el alma se vacía como el cántaro en las nubes. Porque suave se desliza como sombra la caricia, el amor acaba, porque el sentimiento es humo y ceniza la palabra, el amor acaba, porque el corazón de darse llega un día que se parte, el amor acaba, porque se vuelven cadenas lo que fueron cintas blancas, el amor acaba, porque llega a ser rutina la caricia más divina, el amor acaba porque somos como ríos, cada instante nueva el agua, el amor acaba, porque mueren los deseos por la carne y por el beso, el amor acaba, porque el tiempo tiene grietas, porque grietas tiene el alma, porque nada es para siempre y hasta la belleza cansa, el amor acaba”.
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@RobertoCienfue1