A mediano plazo los residentes de las ciudades, sean éstas pequeñas, medianas o grandes, tendrán que pensar y poner en marcha medios sustentables de vida. Y cuanto antes mejor.

 Es un hecho que un número creciente de personas se asienta en urbes y también lo es que la tendencia urbana es y será irreversible.
Un reciente libro intitulado Las ciudades más verdes de América Latina y el Caribe, auspiciado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) revela que desde 2009, la población urbana regional repuntó unos 50 millones, para alcanzar una cifra cercana a los 500 millones de personas.
Añade que hoy día América Latina y el Caribe constituyen la región “más urbanizada del mundo, ya que el 80 % de su población vive en ciudades. Casi 70 millones de habitantes se concentran en cuatro megalópolis: Buenos Aires, la Ciudad de México y dos ciudades brasileñas, Río de Janeiro y São Paulo”.
Así que esto impondrá nuevos modelos necesariamente sustentables, en particular en el rubro de la alimentación y aún la vivienda.
Un ejemplo de esto es el matrimonio de Alejandra Vilchis Rojas y Rafael Gutiérrez Aguilar, dos ingenieros agrónomos, que construyen en Hidalgo el sueño de vivir con sus dos hijos menores en una casa sustentable, erigida con materiales naturales como madera, paja y/o sillar, un tipo de block ancho y térmico semejante al adobe, e instalaciones que permiten captar el agua de lluvia y paneles solares que les suministrarán energía.
Este matrimonio rechaza la idea de adquirir mediante un crédito una vivienda como las que oferta instituciones tradicionales como Infonavit o Fovissste. En su lugar, diseñan una casa o finca sustentable que incorporará un huerto de vegetales para producir lechugas, betabeles, papas, brócoli, epazote, calabaza, rábanos, cilantro, espinacas, cebollas, ajos, zanahorias y nopales.
Ante la preocupación que genera en esta familia el consumo de carne de animales alimentados con hormonas, prevén áreas para el cuidado y reproducción de conejos, pollos, gallinas y peces, éstos últimos a través de la acuaponia.
Vilchis Rojas cree que el cáncer está asociado al tipo de alimentos que hoy día se consumen en general en el país y alerta incluso que el veloz crecimiento de las niñas y su transformación temprana en mujeres es una consecuencia directa del consumo de hormonas.
Refiere el caso de los pollos que en cuatro semanas alcanzan el kilo 200 gramos y salen así de inmediato al mercado. “En una forma natural el mismo pollo necesita al menos cuatro meses. Estás alimentando a las personas con hormonas”, argumenta.
“Como mamá esto me alarma. No tanto huevo y sobre todo el pollo. Así que es preciso generar tu propia producción para que ganes en salud y economía”, resume.
“Queremos esta casa para producir todo lo que queremos como lo queremos”, explica Gutiérrez Aguilar, un Ingeniero agrónomo por la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro y maestro en manejo de recursos naturales por la Universidad Autónoma de Chihuahua.
La esposa de Gutiérrez Aguilar, Alejandra Vilchis Rojas, una ingeniera agrónoma en producción egresada del Tec de Monterrey, lo secunda en el plan de contar con un huerto de vegetales, que encuentra posible y aún necesario en casas y apartamentos urbanos.
“La producción de alimentos en las ciudades tiene futuro”, comenta esta ingeniera agrónoma, oriunda de la capital del Estado de México y que por azares del destino llegó al municipio hidalguense de Huichapan para dirigir la operación de huertos urbanos destinados al autoconsumo con la participación de mujeres humildes.
“No es mucha inversión ni mucho cuidado. Se puede en macetas, en huacales para tener el autoconsumo de cilantro, epazote, ajo, calabaza, brócoli, perejil. También papa”. El jitomate, admite, es “un poco más complejo porque la planta se contamina más rápido, pero si pones una semilla de jitomate puede germinar y crecer”.
Vilchis Rojas insiste en que los huertos urbanos “no resultan demasiado complicados ni exigen demasiada inversión. Es más bien un ahorro y el origen de una alimentación saludable”, argumenta.
Por ello considera que la alternativa de desarrollar huertos familiares en zonas urbanas “es mucho más saludable y está al alcance de cualquier persona”, aun cuando se requieren tiempo y cuidado.
A cambio, se obtienen “muchísimos beneficios y en particular para las personas de bajos ingresos y que sirven para un mejor alimentación”, insiste.
Cita su experiencia en Pachuca, la capital hidalguense, donde también ha dado cursos sobre huertos familiares. “
Está convencida de que la agricultura urbana “es una tendencia y llegará el momento en que pueda ser una forma de vida y la gente comience a ver cómo producir sus propios alimentos por saludables, por su propia economía y donde el producto es seguro, limpio y saludable”.
En resumen, apunta, “enseñamos a producir alimentos” en zonas urbanas, una tendencia que anticipa será creciente en las ciudades del futuro, y que en sólo cuatro meses rinde los primeros frutos.
“Empezamos a ver el cambio en los patrones de consumo de las mujeres y sus familias”, comenta Vilchis Rojas, quien considera que el punto crítico para concretar este tipo de proyectos y que pueda haber un cambio en la vida radica en “la educación”. Insiste en que la conciencia ecológica “viene del conocimiento y la educación”.
Al igual que su esposa, Gutiérrez Aguilar cree que el desarrollo de la agricultura en las ciudades “es algo positivo”, pero considera que “hay que educar para el cambio. Que la gente se decida y crea en las bondades de los huertos en las casas.
Con animales “hablamos de forraje verde hidropónico con charolas, donde se pone la semilla y cuando tienes 30 centímetros se da de comer al ganado. En poca superficie se produce mucho forraje. De un kilo de grano se producen de siete a diez kilos de forraje” expone.
Este tipo de forraje posee mucha proteína, fibra y el proceso se cumple en unos 30 días. Esto puede hacerse en un pequeño espacio de casa. Pueden ser verticales. Hay muchas maneras de poner tu hortaliza, circulares, pvc. Se puede optimizar un pequeño espacio para tener una hortaliza. Es accesible y no cara. Puede usarse el agua de lluvia de las casas con un depósito para hortalizas y plantas, señala.
“El forraje verde puede ser consumido por animales en casa que pueden tener muy buena calidad y servir para el autoconsumo”, indica Gutiérrez Aguilar.
Añade que está en marcha el proyecto familiar, que constituye un modus vivendi, una finca donde todo es autosustentable.
El objetivo, resume, es “comer nuestro pollo, comer nuestra carne, un cerdo, un cordero, una gallina, huevos, nuestra verdura, nuestros peces y en nuestra casa con tecnologías como energía solar. En resumen se trata de un complejo sustentable”, y que es mucho mejor que la alternativa de instituciones que se dedican en el país a la promoción de soluciones habitacionales para los trabajadores.
Gutiérrez Aguilar dice que la idea que desarrolla con su familia en Hidalgo “surge de tener un hogar sustentable” porque su esposa y él “venimos del campo y queremos algo diferente como familia”.
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@RobertoCienfue1