El encuentro cotidiano del presidente Andrés Manuel López Obrador con la prensa, más conocido como la mañanera, sigue resultando todo un éxito

 para el hoy inquilino de Palacio Nacional, que de esa manera –guste o no- copa el espacio nacional sin que ningún resquicio quede al margen de una presidencia demoledora y absoluta a la que por tantos años aspiró y pudo por fin acceder al grado de que él mismo pronunciara el 4 de diciembre del 2018: “tengo las riendas del poder en las manos”.
Fiel a su estilo, López Obrador cabalga fascinado sobre el lomo del verbo cotidiano, persistente, avasallador, uno que siempre encuentra salidas, argumentos, certezas y, por supuesto, “otros datos”, que dichos por el presidente –la primera fuente periodística en un país presidencialista otra vez- resultan inobjetables, si no en la realidad, sí en la aspiración y en el ejercicio de un poder prácticamente omnímodo.
Como lo advirtió desde sus largos tiempos de campaña, se reserva el derecho de réplica para todo aquel simple mortal –periodista o no- que increpe, rechace o incluso demuestre datos diferentes a los provistos por la presidencia. López Obrador no admite realidades diferentes a las que él crea y recrea. Después de todo, él tiene sus propios datos y el poder para administrarlos. Así fue por ejemplo cuando le mostraron un video sobre el desalojo forzado de una periodista de Notimex, despedida en julio pasado por la administración en funciones de la agencia de noticias del Estado Mexicano.
Tras negar la evidencia videograbada y mostrada al Jefe del Ejecutivo, éste dijo: “también las benditas redes sociales tienen su pecadillo a veces” y tan tan. Episodio y evidencias cerradas y punto.
Casos similares de negación de la realidad objetiva, fría y dura, incluyen la negativa presidencial sobre el (de) crecimiento económico previsto en 2019. En agosto pasado, el presidente negó que el país pudiera entrar en una recesión técnica y, por el contrario, aseveró que se crecería a una tasa del 2 por ciento al cierre del año.
“No tenemos duda, pero sí insistir tanto en la recesión lleva a crear dudas; cierta incertidumbre; sabemos que la economía va muy bien”, dijo luego de ratificar su certeza de que la tasa de crecimiento nacional para ese año sería del dos por ciento, que nunca llegó muy desafortunadamente.
Una cosa es cierta: la tozudez del presidente sólo es comparable con la tenacidad que tuvo para alcanzar la presidencia, en el tercer intento claro.
A esto hay que agregar su arsenal descalificatorio de todo aquello o aquel que contravenga sus “otros datos”. No los repetiré aquí. Son sobradamente reconocidos por “chairos” y “fifís”, allí sí parejitos.
En las mañaneras no pierde oportunidad ni se resiste a la tentación de recetar cuanto epíteto se le ocurra para descalificar, criticar o simplemente hacer ver que él y los suyos encarnan una especie singular y casi casi prodigiosa. “No somos iguales”, suele decir al tomar distancia de casi todos los políticos ajenos a Morena, o incluso expriistas o expanistas arepentidos eso sí de su pasado. Si, esos que integran una oposición “moralmente derrotada”. Faltaría decir que los “moralmente vencedores” son los que gobiernan hoy en México.
Y si se trata de sus colaboradores, pues que mejor se anden con cuidado. Si acaso los convoca a las mañaneras es para que digan lo que él quiere escuchar. De otra forma, y situado físicamente detrás de ellos, si, muy vigilante de lo que digan, los corrige, desmiente o censura, casi de inmediato como si fuera un maestro de aquellos a la antigüita que repartían reglazos a sus pupilos al menor error o desvarío. Dígalo si no usted.
En fin. Así andamos hoy en México con la 4T y las benditas mañaneras, un espacio sacrosanto donde se dicta la verdad y sólo la verdad del país, y se quema a los herejes.
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@RobertoCienfue1