Pareciera que el gobierno de la 4T se enfrenta a un papalote, o cometa si prefiere llamarlo, enredado debido a la irrupción, inesperada y brutal, del Covid-19. Todos los

 indicadores, las previsiones y aún los diagnósticos económicos, ya negativos en 2019, empeoran este año con una velocidad insospechada, vertiginosa, pero sobre todo muy peligrosa.
Con excepción de la opinión presidencial y sus adláteres, en el caso de éstos su opinión pública claro porque desconocemos qué piensan en privado, organismos y expertos financieros, centros de estudios y en general una mayoría de miembros de la llamada comentocracia (Castañeda dixit) coinciden en dibujar un horizonte económico y sanitario desolador para México. Y ojalá, también coinciden, fuera sólo para este año de la peste. Ojalá pudiéramos decir incluso hasta diciembre: “tan, tan, se acabó”. No, esto va para largo.
Algunos pronósticos alertan que el país podría retroceder al menos una y hasta dos décadas, con un escenario nacional cuajado de pobreza, desempleo y la muy temible violencia social.
Recién publicado el estudio “La política social en el contexto de la pandemia por el virus SARS-CoV-2”, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) alerta que de 8.9 a 9.8 millones de mexicanos se sumarán a la población con recursos insuficientes para comprar la canasta básica alimentaria, bienes y servicios básicos.
Prevé que para el segundo trimestre de este año –ya inmersos, pues- el porcentaje de la población con un salario menor al costo de la canasta básica aumentará de 37.3 al 45.8%.
El número total de personas en pobreza extrema por ingresos, insuficientes para comprar la canasta alimentaria en dicho periodo, repuntará entre 4.9 y 8.5%, algo así como entre 6.1 y 10.7 millones de personas. Se dice fácil. Se leen sólo cifras, pero se trata de personas de carne y hueso, habrá que subrayar para remarcar la gravedad del drama que tan frecuentemente se desdeña o soslaya sin ningún resquemor humano o social.
Hay otros datos, claro. Recién la víspera, un análisis de BBVA Research previno que si México sufre una contracción económica de 7 por ciento este año, como se espera y aún mayor, 12 millones de mexicanos entrarían en situación de pobreza y 12 millones 300 mil en pobreza extrema.
El escenario se prefigura dantesco y peligroso, salvo por supuesto como dije arriba para el gobierno y sus creyentes, que siguen aferrados a sus esquemas y encuadres mentales como si no estuviéramos en medio de la peor crisis sanitaria y económica en cien años, y peor aún, con un horizonte nublado e inclemente hacia el futuro.
Es cierto, la súbita aparición de la pandemia es ajena absolutamente al gobierno, que en realidad resulta otra víctima del virus, aun así se haya incurrido en el extremo de considerar que su llegada nos vino como anillo al dedo. Sí, en cambio, el gobierno es absolutamente responsable de las acciones y visiones adoptadas para contrarrestar los peores efectos del Covid-19, convertido ahora y además en un virus que infesta todavía más –si esto es posible- la disputa nacional entre un gobierno testarudo e insensible y sectores cada vez más amplios del país, en un momento en que lo deseable, racional y mínimamente sensato sería un cierre de filas en torno a un liderazgo cohesionado, profesional y creíble.
En medio a fines del año pasado de la aprobación legislativa del dictamen para la revocación del mandato presidencial, el jefe del Ejecutivo federal, Andrés Manuel López Obrador, dijo antes de aceptar a regañadientes como siempre la fecha de febrero de 2022 establecida por el Senado para ésta, que le parecía mucho tiempo y hacía la pregunta : ¿por qué aguantar tanto a un mal gobernante?
Y añadió su respuesta: “Si ya en dos años se sabe, hasta es mucho, hasta menos” para determinar si es o no bueno un gobernante.
En diciembre próximo, López Obrador cumplirá justamente dos años en el poder presidencial. Me pregunto si es poco o es mucho para que los mexicanos sepamos ya o tengamos ya, ahora mismo en su décimo séptimo mes de gobierno, una opinión sobre su gestión, medida por resultados. No por fobias ni tampoco filias y mucho menos por taras mentales.


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@RobertoCienfue1