Ojalá y fuera verdad, pero lo que acaba de decir el presidente sobre el buen rumbo y mejor camino que llevaba México antes de la pandemia choca con la realidad que

 registra el país. Pocas cosas han mejorado en los 17 meses que suma el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Y esto no es para festejarlo, claro, sino para lamentarlo porque por encima de fobias o filias, lo que importa es el país y su gente. El gobierno concluirá y se irá, no así el país y su gente. Así que aún y cuando lo tachen a uno de lo que sea por discrepar de la visión oficial, hay que hacerlo notar al menos porque encubrir la realidad poco o nada contribuye a cambiarla, que es de lo que trata la 4T según sabemos todos.
Entiendo el optimismo a toda prueba del presidente. Un eventual pesimismo presidencial calaría hondo en el ánimo nacional y daría al traste con el interés muy humano siempre de que las cosas mejoren o, al menos, dejen de empeorar. Pero en mi modesta opinión agradecería más, mucho más, un diagnóstico presidencial objetivo de lo que México está pasando, que no es sólo el efecto dramático en el ámbito sanitario, sino en la economía nacional y la vida de millones de personas. Quienes han perdido a un ser querido –y hay familias que suman dos o más víctimas fatales- como consecuencia del Covid-19, sufren ya una catástrofe familiar.
Cada tarde se habla en Palacio Nacional de números, de cifras de muertos, que no reflejan ni con mucho la tragedia de los idos y sus deudos. En sentido idéntico se habla de enfermos, y ni siquiera de enfermos, se aluden “casos”, “contagios”. Se elude la referencia a personas, muertas o enfermas, éstas últimas quién sabe en qué trance o circunstancias orgánicas, personales y familiares. Pero eso es otra historia. Algún día se conocerán las historias detrás de esos “casos,” “contagios” o “cifras”, que por lo demás integran un subregistro admitido al menos por el subsecretario López-Gatell Ramírez, sujeto a una nada envidiable presión del titular del Ejecutivo Federal , y de buena parte de la sociedad mexicana. Pero así es su chamba, al menos por ahora.
Decía que lo aconsejable siempre es hablar con la verdad, por dura, peligrosa y aún incómoda que ésta sea. Asumo que son muy pocas personas en el mundo, y casi seguramente ninguna, que encuentran aceptable el ocultamiento de la verdad o la pretensión de engaño, que por lo demás nunca ha sido ni será para siempre.
Cuando una persona enferma, por ejemplo, y lo hace de manera grave o potencialmente fatal, siempre prefiere la verdad, que además intuye por sí misma.
Así que con base en esa premisa sería mejor escuchar a un presidente simple y sencillamente empático con la verdad. No íbamos bien antes del Covid-19. ¿Habría que recordar que la economía cerró con tasa negativa el 2019, que se perdieron ese mismo año más de 300 mil empleos formales, que la delincuencia tuvo un repunte respecto de las cifras del 2018 y que el denominado Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) apenas y estaba en proceso de instrumentación tras la disolución del Seguro Popular? Así que la pandemia sí nos agarró malparados al menos en estos tres ejes del país, pese a que el presidente sostenga lo contrario con una sonrisa que no sabe uno si es irónica o parte del propósito de infundir ánimo a los gobernados.
Postula el presidente un nuevo modelo en México de democracia, justicia, honestidad, austeridad y bienestar. Suena excelente. ¿Quién podría oponerse o regatear méritos a este modelo para México? Y sin embargo, fue poco o nada democrático el reciente intento del presidente para asumir sin cortapisas la conducción del presupuesto federal y eliminar en los hechos al Congreso, específicamente a los diputados.
Otro caso. Hay poca o ninguna justicia en el caso de Notimex, donde la titular ha incurrido en todo tipo de atropellos e ilegalidades en perjuicio de cientos de trabajadores, violado el derecho de huelga, incurrido en un virtual desacato a un llamado de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje para que suspenda las actividades de la agencia, entre muchos más actos de pillaje, espero que no institucionalizados.
El caso Bartlett acaso sí ¿puede considerarse un asunto propio del nuevo modelo de honestidad? Se multiplican los indicios en contrario aun y cuando Función Pública lo haya exonerado.
En cuanto a la austeridad, ésta sí parece ya haberse instalado en el nuevo modelo de la 4T, aun y cuando implique un acto ilegal el severo recorte de sueldos, salarios y aguinaldos a empleados –servidores, dicen- del sector público nacional. Pero así andamos, según unos cuantos ejemplos, que no son todos ni los más graves.
De economía ni hablar. Es previsible un descalabro mayor, que ya empezó a sentirse y que impactará de manera absoluta el bienestar mexicano.
Recién la víspera, el Grupo Financiero Monex, seguramente una pérfida capilla neoliberal, pronosticó una tasa anual de crecimiento promedio del 2 por ciento para México en los próximos diez años, y un grave incremento de la pobreza nacional como consecuencia directa de la pandemia y las pobres medidas del gobierno para paliar la situación.
“Hay una tendencia de crecimiento de largo plazo en el país para los siguientes 10 años, de 2 por ciento y tiene muchas implicaciones por los retos que tiene México”, alertó el grupo.
El presidente insistió la víspera que México crecerá hasta el 6 por ciento hacia la parte final de su sexenio. Ojalá. Pero ¿deberíamos creerle? En agosto de 2019, dijo que el país cerraría ese año con un avance del 2 por ciento. El PIB, un indicador que seguramente adversa al presidente porque tiene características neoliberales, entró en terreno negativo al concluir 2019. No, pues si, íbamos requetebién. Imagínese ahora con una pandemia, “transitoria”, se nos ha dicho.

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@RobertoCienfue1