Lastimoso y peligroso al mismo tiempo el resultado y las formas del debate entre el presidente estadunidense, Donald Trump y el aspirante a sucederlo, el demócrata Joe Biden.

 Lastimoso porque deja un sabor amargo la manera en que se condujo la confrontación entre ambos políticos. Ninguno de los dos aportó prácticamente nada al ciudadano de a pie de ese país, que conserva su perfil imperial si considera uno al menos su potencia económica y comercial –aunque decaída estas semanas- su capacidad militar, sus plataformas tecnológicas y científicas y aún un enorme poder en los organismos multinacionales, así haya decidido su alejamiento de algunos de ellos durante la presidencia de Trump. Hay otros factores, claro, que explican el todavía inmenso poderío estadunidense como por ejemplo su riqueza y variedad energética y por supuesto su vasta producción agrícola, pero eso sería ya harina de otro costal.
De Trump poco puede esperarse a la hora de un debate de ideas, propuestas y estrategias. Sorprendió si acaso que se haya visto muy menor, acorralado y como un león herido sobre todo cuando se supone que tendría más tablas para lidiar con un Biden a ratos como extraviado y con la vista baja ante las cámaras de televisión y un moderador que incumplió en buena parte su papel.
Al llamar a Trump payaso e instarlo a callar, Biden perdió estatura política y tampoco aportó mucho si bien también a ratos se plantó bien ante las cámaras para dirigirse al electorado estadunidense. Pero tampoco sobresalió por sus ideas. Si acaso neutralizó con un éxito relativo las embestidas del bisonte que aún habita la Casa Blanca.
Así que al menos este primer encuentro entre ambos políticos poco aportó al estadunidense promedio, ese que se ubica en el segmento racional y que todavía hoy, a escasas cuatro semanas de concurrir a urnas, está llamado a jugar un papel crucial en la vida de la democracia estadunidense a través del voto, único recurso vital al alcance de la ciudadanía para ratificar o corregir el rumbo de cualquier país.
Son tiempos políticos peligrosos para una de las democracias más antiguas y sólidas del mundo como la estadunidense, así ésta se haya visto obligada en medio de una circunstancia histórica a la creación de los colegios electorales como una forma de dar cauce a su sistema antes que decidir por el voto directo.
¿Por qué peligra en estas horas la democracia estadunidense, hasta ahora considerada sólida? Trump ha llevado a un extremo al poder político con base en todo tipo de triquiñuelas, mentiras o falsedades y un egocentrismo inusitado. Ha dividido al país como pocas veces, ha roto el stablishment sin procurar nada mejor y se ha alejado de manera creciente de la institucionalidad ante problemas típicos de la sociedad estadunidense como el armamentismo, la discriminación racial, la seguridad social, el papel estadunidense en la escena mundial en los ámbitos financiero, económico y militar, entre otros.
En el debate, Trump confirmó los peores temores sobre un eventual manotazo antidemocrático que pudiera conducir a una crisis constitucional y eventualmente social mediante la irrupción y choque incluso armado en las calles de las grandes ciudades de Estados Unidos. El argumento para perpetrar semejante hecho político sería la comisión de un fraude electoral, algo inusitado e irresponsable pero esgrimido por Trump, y que colocaría a la potencia imperial en un escenario comparable al de países de mucho menor desarrollo integral.
¿Impensable? No, con Trump en la Casa Blanca. Tiempos inéditos sin duda en todo el mundo y, peor aún, en una metrópoli como la gran babel estadunidense.
 
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@RobertoCienfue1