Se armará en grande, ni qué duda cabe, este domingo 27 de noviembre entre El Ángel de la Independencia y el Zócalo de la Ciudad de México,

el centro neurálgico del poder en el país. Será de tal grado la marcha del festejo, que me pregunto si van a caber en la principal plaza pública mexicana. Sumarán miles y quizá hasta millones porque vienen de cada rincón del país para dar fe por su propia cuenta, riesgo y costo del milagro de la transformación. Seguro que ahora sí adquirirá su sentido cabal la frase de “no cabe ni un alfiler”. Será total, la marcha de la celebración por los cuatro años de la transformación, del proclamado fin de la oligarquía en el gobierno del país, de la sepultura de la corrupción, del exterminio de los privilegios, y hasta del neoliberalismo, así sigamos siendo socios todavía de Estados Unidos, uno de los bastiones del capitalismo, y origen este año de unos 60 mil millones de dólares en remesas, sin los cuales estaríamos en un hoyo. Pero lo importante aquí es sólo la marcha-aplanadora, una que hará historia, que revelará la absoluta vigencia en el país de un genuino estado de derecho -que no de chueco como antes- y que mostrará quién es quién y qué en el México de este primer cuarto del siglo XXI. Atrás quedarán, si acaso, sólo los vestigios y alguna que otra huella, de los derrotados moralmente, de la mafia del poder, de aquellos que se sintieron los dueños de México hasta que les llegó su primer domingo de julio del 2018, los corruptazos, los fifis, los aspiracionistas, los que aun hoy se oponen a la transformación del país, los que marcharon el 13N como parte de un “streaptease” conservador, y aún están muinos tras la pérdida de sus privilegios, y todo tipo de canonjías, una razón de fondo que explica que estén ardidos y que por ello no tendrán otro remedio que recurrir a la vitacilina, un recurso final recetado por la 4T, que piensa incluso hacerse accionista de la firma que la produce, según ha deslizado el mandamás de este país de 130 millones de personas. La única ausencia notable -faltaba más- será casi seguramente la del pueblo uniformado que tan grandes e inusitados aportes registra a favor de la 4T. 

Pero salvo esa baja sensible, el domingo se pondrá en marcha la mera y puritita vanguardia nacional, la única ética y pulcra clase política que haya tenido jamás este país, la que no hace concesiones a la corrupción, la diferente, la que abreva sólo de las aguas prístinas y cristalinas de la patria, la que atraviesa pantanos sin mancharse el plumaje, según nos legó el vate veracruzano Salvador Díaz Mirón.

Será la gran marcha de la reivindicación, pero sobre todo del festejo de la Cuarta Transformación, -así, con mayúsculas como se escribía hace tiempo la palabra Revolución- una sin parangón en México porque, a diferencia de las tres anteriores epopeyas que registra la historia patria, ésta se ha instaurado sin derramar una gota de sangre, ni siquiera de los adversarios, que ya es mucho decir, y que refleja la generosidad del movimiento en el poder.

¡Avanti, oh gloriosa marcha, una que debería incluso inscribirse en letras de oro en el Congreso Nacional o ya de menos en el Hemiciclo a Juárez! Imposible oponerse, criticar, proponer, disentir y mucho menos corregir o reencauzar a quienes están nada menos que del lado correcto de la historia, los que han hecho historia y seguirán haciéndola según creen bajo la insigne batuta de su inspirador, fundador y hombre mayor, quien recordará el origen de su prolongado y hazañoso bregar, desde el ex arcano pueblo de Macuspana, para llevar vida a los pobres, porque primero y por el bien de todos, primero ellos, los más vulnerables, los que nunca deben dudar casi como en la prédica atribuida a la Virgen de Guadalupe cuando un 12 de diciembre de 1531 pidió a un afligido Juan Diego: “No se entristezca tu corazón… ¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”,

Y ni qué decir de la clase política, nueva, bueno es un decir, en el poder. Allí estarán prácticamente todos los personajes más emblemáticos, los que son y los que aspiran a ser bajo el único y sacrosanto paraguas nacional posible de Morena, codo a codo, con la excepción del senador rebelde, el apóstata por excelencia que anda en enjundiosas citas legislativas en la madre patria, esa que desairó la solicitud de perdón para los mexicanos colonizados, humillados y ofendidos en el siglo XVI, pero reivindicados hoy cuando el país ya recuperó su soberanía, dejó de ser patio trasero o tierra de conquista.

Habrá seguramente hasta codazos entre los nuevos adalides de la democracia y sobre todo del poder en México. ¿Quién, cuál de ellos desdeñaría la foto del recuerdo de una marcha sin parangón en los anales del México contemporáneo, al menos? Es probable, muy probable que esta sea la última marcha del creador de la 4T, cada vez más cerca de partir en otra marcha ya no tan lejana, hacia Palenque, el reducto final ¿acaso? del batallador incansable, del forjador de una transformación nacional, la Cuarta nada menos, en los tiempos más complejos de la pandemia y peor aún de la infausta guerra -como todas- de la indomable Rusia de Vladimir Putin contra Ucrania. 

Es seguro igualmente que al término de la marcha, si es que éste llega, escucharemos por todo lo alto y bajo el lábaro patrio, y la custodia serena y perenne del Palacio Nacional: ¡Viva México, viva México, Viva México y la Cuarta Transformación! ¡Válgame señor, lo que nos ha tocado mirar en este, nuestro pleno siglo XXI!

Roberto Cienfuegos J.

@RoCienfuegos1