Un informe de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, que coordina el sociólogo Rogelio Gómez Hermosillo, en la serie

“Salarios bajo la lupa”, que acopia datos oficiales del Instituto Mexicano del Seguro Social, revela el drama de la pobreza en México, aún para los millones de trabajadores que pudieran sentirse afortunados de tener un empleo. El tema no es menor, en un país como el nuestro, donde la economía es hoy predominantemente informal, un reflejo en buena parte del fracaso de éste y gobiernos anteriores en la tarea y el deber de generar condiciones adecuadas para la creación de puestos de trabajo dignos y lo suficientemente remunerados. Antes que eso, es todavía peor que por “estrategia política” se recurra a la entrega de dádivas, que en lugar de abrir oportunidades dignas e impulsar la formación de ciudadanía, convierta a amplios segmentos poblacionales en una especie de clase lumpen esclavizada y sometida en sus derechos, esté o no consciente de esto. Ambos fenómenos, empleados pobres y mendigos sociales constituyen un genuino drama en el México de hoy.

Pero volvamos al informe de Gómez Hermosillo. Y para evitar el deleznable plagio, cito: “De acuerdo con registros del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) al cierre del año pasado, casi la mitad, 45 por ciento de las personas con empleo formal carecen de salario suficiente que les permita dejar de ser pobres; se trata de 9 millones 598 mil personas, casi 10 millones de personas, a quienes el salario mensual no les alcanza para comprar dos canastas básicas”.

Un dato significativo, añade el informe, indica que “el 53 por ciento de esos 10 millones de personas son trabajadores de medianas y grandes empresas, ya sea en fábricas, almacenes, tiendas departamentales, corporativos o consorcios”. Aun cuando hay muchos más “antros” con estos tipos de trabajo.

En consecuencia, alerta el documento ya referido, “La pobreza y precariedad laboral que se asocia únicamente con la informalidad o el subempleo, también invade en gran medida la economía formal”, hoy achicada en México, más aún por los influjos de la pandemia que se mantienen.

Debido a esto, dice el documento, las empresas con mayor soporte económico también “son fábricas de pobreza” en prácticamente todo el territorio nacional.

Hace ver que en ocho estados (una cuarta parte de las entidades del país) el salario insuficiente impacta a más del 55 por ciento de los trabajadores formales (10 puntos más que el promedio nacional: 45%).

Son los casos de Sinaloa, donde afecta al 62.6 por ciento; Guerrero, al 61.7; Oaxaca, 60.9; Durango, 58.5; Chiapas, 56.6; Tlaxcala y Michoacán al 56.2 por ciento y Nayarit, al 55.3. 2. Es de observar que estos estados referidos no son los de mayor pobreza del país, con excepción si acaso de Oaxaca y Chiapas.

Gómez Hermosillo, quien entre 2001 y 2006 se desempeñó como Coordinador Nacional del Programa Oportunidades, el más importante de nuestro país, y reconocido por evaluaciones nacionales e internaciones por sus resultados, como una de las mejores prácticas de política social a nivel global, refirió que es común pensar que el empleo formal garantiza superar la pobreza; sin embargo, es preciso desmitificar esta percepción errónea.

Y por ello, se ha insistido ante los grupos empresariales que pagar el salario mínimo o poco más es insuficiente. Lo mínimo son 8,600 pesos, pues si no alcanza para dos personas, menos puede ser suficiente para una familia.

De hecho, insiste, “no puede haber responsabilidad social empresarial si los bajos salarios producen pobreza”.

Según Gómez Hermosillo, un ingreso menor al costo de dos canastas básicas es insuficiente para superar la pobreza, debido a que el tamaño promedio de los hogares en México es de 3.6 personas con 1.6 perceptores de ingreso por hogar.

Así las cosas laborales y salariales en el México de nuestros días, agravadas a su vez por la renuencia a generar empleos de calidad, productivos y con salarios al menos suficientes. En su lugar, se adelantan políticas presuntamente sociales que convierten en mendigos a quienes pudieran desarrollar talento, productividad e ingenio. Mas el objetivo dista mucho de esto último. La estrategia es otra: hacer empleados pobres, dóciles, agradecidos, sumisos y hasta serviles. Dicho de otra forma: parte de un botín político de réditos prolongados en el tiempo.

Roberto Cienfuegos J.

@RoCienfuegos1