La peor voz de alerta sobre la creciente deficiencia que registra la operación cotidiana del Sistema de Transporte

Colectivo Metro se escuchó cerca de la media noche del 3 de mayo del 2021 cuando sobrevino el desplome en la llamada Línea Dorada entre las estaciones Olivos y Tezonco, una tragedia que pudo ser evitada, pero que, al ocurrir, costó las vidas de 26 personas y dejó heridas a casi un centenar más.

Antes del tres de mayo, Día de la Santa Cruz, un par de incidentes preludiaron lo que venía. En 2020, se registró una colisión de trenes y a principios de enero del 2021 sobrevino un incendio del Puesto Central de Control, que presta servicio a las Líneas 1, 2, 3, 4 y cinco. En enero del 2020 se practicó una revisión de la línea a cargo de la sección de Proyectos de infraestructura del STC. Las autoridades no reportaron anomalías.

Sobre la tragedia de mayo del 2021, los capitalinos sabemos, al menos en buena parte, lo que ocurrió después. Vinieron las complicidades, el encubrimiento y un intento judicial ya bastante prolongado para inculpar a algunos funcionarios y ex funcionarios del trágico percance, que una supervisión y mantenimiento adecuados habrían impedido aun cuando hubieran podido ocurrir fallas de construcción de la infraestructura.

Recién el siete de enero pasado, otro percance estremeció la vida del propio sistema y, por supuesto, de los capitalinos. Una joven, de 25 años, perdió la vida como consecuencia de un alcance de trenes entre las estaciones La Raza y Potrero de la Línea Tres.

La jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, informó entonces que el percance dejó esta vez 59 personas lesionadas, entre ellas el conductor de la unidad siniestrada, el más grave de los heridos.

Pero al margen del proceso judicial aun en marcha por el siniestro de mayo del 2021, que se extenderá al menos hasta junio próximo cuando se cumplan más de dos años de aquella noche fatídica, e impune hasta el día de hoy, -así se argumente que la reparación del daño signifique justicia- es notable el deterioro que acusa este sistema de transporte, la columna vertebral de la movilidad masiva en la Ciudad de México.

Al margen igualmente del despliegue a partir del 12 de enero pasado de más de seis mil miembros de la Guardia Nacional en el Metro, y de las hipótesis sobre presuntos actos de sabotaje, hasta ahora no probados, llama la atención que cada vez sean más constatables las fallas y la decreciente calidad del servicio del metro, en perjuicio claro de las y los usuarios, unos cinco millones de personas por día, una ciudad entera.

Un indicador de este decaimiento de la calidad del servicio ha propiciado incluso que diversos medios impresos y electrónicos hayan abierto este mismo año espacios fijos para informar a sus lectores sobre la operación del Metro a partir de las primeras horas de cada día. Es habitual que se reporten fallas, atrasos, y saturación en consecuencia.

Los minutos, a razón de dos por estación hace tan poco tiempo como cuatro años, que antes cualquier usuario calculaba para sus traslados se han multiplicado varias veces y hay ocasiones en que las demoras, por más de quince minutos según he constatado no pocas veces, orillan a muchos usuarios a salir de los vagones y/o andenes generalmente atestados del Metro en busca de otras alternativas de transporte.

Es cierto, el gobierno de Sheinbaum ha impulsado el sector del transporte masivo en la capital, quizá como no se había hecho en varios gobiernos anteriores.

En marzo de 2019, el gobierno de la Ciudad anunció una inversión durante esta gestión de al menos 30 mil millones de pesos para impulsar el transporte y con ello la movilidad en la gran urbe. Como parte de este esfuerzo se han adquirido autobuses y trolebuses, entre otras obras nuevas de infraestructura.

Quizá por ello en noviembre del 2022, el gobierno de Sheinbaum dijo que las inversiones en movilidad integrada y sustentable, en beneficio de las y los habitantes, superaba ya los 80 mil millones de pesos. Debe ser cierto. En esta administración capitalina se multiplican las inauguraciones vinculadas con el sector transporte. También se ha hecho un esfuerzo en favor de la articulación de todo el sistema de transporte urbano e incluso se habilitó la denominada tarjeta de movilidad integral para facilitar los desplazamientos del usuario en toda la red.

Son constantes los anuncios sobre inauguraciones de este tipo, en actos profusamente difundidos y en los que los políticos obtienen réditos importantes y en abono de sus causas y carreras.

Es probable sin embargo que se privilegie lo nuevo, lo “inaugurable”, porque viste mucho políticamente hablando, pero se obvia o al menos se pone menos énfasis en el mantenimiento de obras ya existentes, como el metro por ejemplo, porque resultan mucho menos lucidoras y políticamente menos redituables para quienes se preparan a ir por mucho más en sus carreras políticas.

Roberto Cienfuegos J.

@RoCienfuegos1