Ciudad de México, México, 5 de diciembre de 2025 ::: Un estudio advierte de las señales preocupantes
de entregar el primer teléfono inteligente a los niños a una edad temprana. Los datos señalan que esta decisión, debatida en hogares y escuelas, requiere una respuesta incómoda respaldada por la ciencia.
::: Celular a los 12 años: los datos de salud mental que preocupan
Un nuevo estudio publicado en la revista Pediatrics revela que los niños que poseen un teléfono inteligente a los 12 años enfrentan un mayor riesgo de depresión, obesidad y falta de sueño en comparación con quienes aún no tienen estos dispositivos.
La investigación, realizada por el Children's Hospital of Philadelphia junto con las universidades de California en Berkeley y Columbia, analizó información de más de 10.000 adolescentes estadounidenses que participaron en el Estudio sobre el Desarrollo Cognitivo del Cerebro Adolescente, considerado el mayor seguimiento a largo plazo del desarrollo cerebral infantil en Estados Unidos entre 2018 y 2020.
Según recoge CBS News, las cifras muestran que el 63,6 % de los participantes ya tenía un smartphone y que la edad promedio de adquisición rondaba los 11 años.
::: Depresión, obesidad y falta de sueño: el patrón de riesgo
En concreto, según el estudio, los niños que tenían un smartphone a esa edad presentaban aproximadamente un 31 % más probabilidades de depresión, un 40 % más de obesidad y un 62 % más de falta de sueño, en comparación con quienes no tenían teléfono.
Esta asociación se mantuvo significativa incluso tras ajustar por factores como el nivel socioeconómico, la etapa de desarrollo puberal, la supervisión parental y la presencia de otros dispositivos en casa.
Lo que resulta especialmente revelador es que los investigadores ni siquiera examinaron qué hacían los niños con sus teléfonos.
"Básicamente, hicimos una pregunta sencilla: ¿el mero hecho de tener un smartphone propio a esta edad tiene algo que ver con los resultados de salud?", explicó a CBS News el Dr. Ran Barzilay, autor principal del estudio y psiquiatra infantil del hospital de Filadelfia.
Al comparar a los preadolescentes que recibieron su primer teléfono entre los 12 y los 13 años con quienes aún no tenían uno, los investigadores observaron que el primer grupo tendía a presentar más señales de malestar emocional y un descanso menos reparador.
Esto refuerza la idea, señalada por los investigadores, de que la adolescencia temprana es una etapa especialmente sensible a cambios en hábitos de sueño y bienestar.
"Un niño de 12 años es muy, muy diferente a uno de 16", señaló Barzilay a The New York Times. "No es como un adulto de 42 años frente a uno de 46", agrega.
La investigación no demuestra una causalidad directa, aunque sí se suma a un creciente cuerpo de evidencia que apunta a efectos cognitivos perjudiciales asociados al uso temprano de smartphones.
Por ejemplo, como reportó previamente DW, un estudio advierte que estos dispositivos no son adecuados para los más pequeños, al asociarse con problemas de atención, menor autonomía en el juego y menos tiempo para actividades esenciales del desarrollo.
A ello se añaden otros hallazgos: una investigación que describe a los teléfonos inteligentes como un "parásito" evolutivo que captura recursos cognitivos, y otra que demuestra que basta con apagar el internet del móvil para reducir la ansiedad y la dependencia.
::: ¿Prohibir los teléfonos inteligentes a los niños? La respuesta no es simple
No necesariamente. Barzilay reconoce que los smartphones también pueden desempeñar un papel constructivo, fortaleciendo las conexiones sociales, apoyando el aprendizaje y facilitando el acceso a información valiosa. Muchas familias, además, los consideran herramientas importantes para la seguridad y la comunicación cotidiana.
Aun así, el mensaje central es contundente. "Cuando le das un teléfono a tu hijo, debes considerarlo como algo importante para su salud y actuar en consecuencia", advirtió el investigador en entrevista con The New York Times.
El equipo recalca que no pretende demonizar la tecnología ni culpar a los padres que ya han dado un dispositivo a sus hijos. Su objetivo es que esta evidencia sirva para tomar decisiones más informadas y equilibradas.
::: Recomendaciones para padres: uso responsable del smartphone
Entre las recomendaciones destacan la creación de reglas claras en casa, la limitación del uso nocturno –sobre todo en la habitación– y la revisión conjunta de los ajustes de privacidad y los contenidos que consumen los menores.
El contexto ayuda a entender la magnitud del fenómeno. Según datos recogidos por CBS News del Pew Research Center, en 2024 el 95 % de los adolescentes estadounidenses de 13 a 17 años tenía un smartphone, y la penetración alcanza incluso a los más pequeños: cerca del 30 % entre los 8 y 10 años, el 12 % entre los 5 y 7, y alrededor del 8 % en menores de 5.
"Lo más probable es que todos los adolescentes acaben teniendo un teléfono inteligente", admite Barzilay en un comunicado del Children's Hospital of Philadelphia. El investigador dio smartphones a dos de sus tres hijos antes de los 12 años, aunque ahora planea esperar con su hijo de 9.
::: ¿Y entonces, a qué edad?
Ante la cuestión de cuándo conviene entregar el primer smartphone, el estudio no fija una edad ideal. Lo que sí muestra es que recibirlo demasiado pronto se asocia con peores indicadores de salud en la adolescencia temprana.
En ese sentido, la investigación futura buscará precisar qué aspectos del uso –aplicaciones, patrones, frecuencia– se asocian a los efectos adversos, así como identificar qué jóvenes son más vulnerables y quiénes podrían beneficiarse.
Mientras tanto, el debate sigue creciendo. Varias escuelas estadounidenses y en el mundo han optado por prohibir los teléfonos, y los expertos mantienen sus advertencias sobre el tiempo frente a las pantallas. La profesora de la Universidad de Brown Jacqueline Nesi recordó a The New York Times que los padres no necesitan esperar pruebas concluyentes para tomar decisiones: "Dar a un niño un dispositivo con acceso a todo Internet va a ser arriesgado".
Barzilay subraya que la respuesta debe ser colectiva. No todos los niños con smartphone tendrán problemas duraderos, señala, pero sí es necesario que padres, responsables políticos y comunidad actúen de forma conjunta.