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El programa número uno del Orquesta Mariinsky, trajo para la lluviosa noche y para el público del Palacio de Bellas Artes música de Dimitri Shostakovich y Sergei Rajmaninov.

Si bien, la música que se hace por encargo, delata las condiciones propias de quien pide se realice la obra. La Obertura Festiva  Op. 96 de Dimitri Shostakovich, que fuera compuesta en 1947, para celebrar el trigésimo aniversario de la Revolución Rusa, no contó con la aceptación del Gobierno Central de la entonces Unión de Soviética. Se, estableció que, sus triunfantes trompetas recordaban más la corte Zarista que al pueblo ruso. Por eso la importancia de la pieza en la obra de Shostakovich, porque representa el estado del artista, que si bien, tiene que cumplir con los requerimientos del poder, se permite manifestar que el contenido de sus obras requiere transmitir también el sentimiento y pensamiento de quien lo está creando.  Un difícil período en la vida del artista, grande como muchos, en un espacio donde las ideas y la creación estaban controladas. En esto radica la importancia de su obra y el número de seguidores con el que actualmente cuenta. La directora invitada la Hongkonesa Elim Chan consigue que obra pueda ser utilizada para celebrar cualquier otra festividad, en eso radica la universalidad de las piezas. Grato y efusivo sonar de los metales, incluido, las famosas trompetas de la controversia, en diálogo constante con el aliento de las flautas, el oboe, contenidos por las cuerdas y la orquesta completa.

La Rapsodia sobre un tema de Paganini Op. 43 de Sergei Rajmaninov, fue la segunda pieza de la noche. La experiencia del pianista como autor de la obra, siempre transmitirá emociones particulares a la creación. Parte de esta conciencia es la que asume en la interpretación el virtuoso Behzod Abduraimov, en los partes más complicadas donde el piano tiene que brillar. Para la directora Elim Chan, nuestro agradecimiento por la sensación de la perfecta compenetración entre solista, orquesta y director, que en un solo cuerpo irradiaron armonía. Para Rajmaninov, congratulaciones por construir una obra perfecta sobre las bases del alma del excelentísimo violinista Nicolás Paganini.

La velada finalizó con la interpretación de la Sinfonía número 2 en re menor Op. 27 también de Rajmaninov. Obra que es realizada en un período, donde el artista es auxiliado por el Doctor Nikolai  Dahl y su ingenioso método terapéutico a través de hipnosis, consigue que después del fracaso de su primera sinfonía, retome su carrera musical con una obra que le brindará confianza: Rajmaninov al ser también pianista, encontrará fortaleza durante la composición del Segundo Concierto para Piano y Orquesta en do menor Op. 18, tiempo después se dedicara a componer su segunda sinfonía.

Un compositor romántico, que dio continuidad de alguna forma, con la obra de Chaikovski al mantener cierto estilo que lo recuerda. Un poco frío el inicio de la obra, tomaría después cuerpo en manos de Elim Chan en un carácter con un matiz diferente. Las obras a veces que están bajo la batuta de directores orientales trascienden espacios y formas sutiles que asumen formas románticas un poco diferentes a lo que estamos acostumbrados, en realidad son nuevas oportunidades para entender el corazón y el mundo de seres humanos que se desarrollan en otras condiciones de vida.

Un bella oportunidad el escuchar a una orquesta con una tradición de tres siglos, que nos trae como regalo la música de un extenso período de la vida en Rusia y de hombres cuyo privilegio y también misión fue compartir su talento. Escrito por Pilar Hernández Pacheco