Ciudad de México, México, 21 de agosto de 2025 ::: A lo largo de su historia, el recinto ubicado en lo que
hoy es el número 10 Dr. Enrique González Martínez ha sido desde novedad arquitectónica estilo Jugendstil hasta centro de exposiciones, símbolo de modernidad, pabellón japonés, sala dedicada a la historia natural, set de filmación y más. Sin embargo, desde 1975, cuando el rector Guillermo Soberón inauguró el Museo Universitario del Chopo, el espacio se convirtió en un punto de encuentro para los habitantes de la colonia Santa María la Ribera y todas aquellas comunidades deseosas de expresarse en libertad.
A 50 años de ese momento, Sol Henaro Palomino, su directora, y el equipo que la acompaña buscan mantener vivo ese legado de pluralidad. “La historia de este recinto universitario es maravillosa, es muy rica porque efectivamente llegó a principios de 1900. Esta estructura que proviene de Alemania y viajó en barco hasta aquí y se ensambló en la colonia Santa María la Ribera, con la intención primero de ser un pabellón para ferias industriales, muy en el espíritu de la época, y se llegó a inaugurar con un pabellón japonés”, rememoró.
Y añadió: “El proyecto no prosperó y poco tiempo después se convirtió en el Museo Nacional de Historia Natural, que todavía en la actualidad muchos recuerdan. Luego, el edificio quedó deshabitado y fue la Universidad Nacional Autónoma de México la que se dio a la tarea de recuperarlo bajo el amparo de la Ley de Monumentos. Y ahí comienza una historia muy rica, no sólo con el arte contemporáneo, sino con la cultura alternativa de Ciudad de México. Es curioso porque asumí la dirección hace poco más de año y medio y hemos empujado mucho una frase: es un centro social travestido de museo. Porque estoy convencida de que ese es su espíritu”.
Comentó que a lo largo de su vida ha sido usuaria del Museo y por eso, hoy que tiene la oportunidad de dirigirlo, se siente muy afortunada: “Siempre ha sido un centro social, un centro cultural vertebrado por las exposiciones y su historia, pero no se limita únicamente a eso, ha dado y da cabida a muchísimas comunidades que no encontraban cobijo en otro tipo de instituciones”.
::: EL RESCATE
“Cuando asumí el cargo de director general de Difusión Cultural en 1973, me interesó mucho rescatar ese edificio porque estaba ubicado en una zona muy significativa de la ciudad, en la que nuestra Universidad no tenía presencia en cuanto a actividades culturales, y porque se trataba de un inmueble con una gran tradición cultural”, dijo Diego Valadés Ríos, investigador emérito del Instituto de Investigaciones Jurídicas de esta casa de estudio.
La primera vez que Valadés Ríos lo visitó, el Museo del Chopo estaba totalmente inundado por, al menos, unos 50 o 60 centímetros de agua. Las vitrinas, que habían sido muy hermosas, estaban destruidas, con el metal oxidado, y todos los vidrios lucían rotos. “Por eso, cuando tuve la autorización del doctor Guillermo Soberón, entonces rector de la UNAM, se inició su restauración para convertirlo en un área de difusión de múltiples actividades artísticas, como exposiciones y representaciones teatrales, musicales y dancísticas, y de comunicación con la comunidad”.
Con la aprobación del Instituto Nacional de Bellas Artes, el recinto fue cuidadosamente restaurado debido a sus singulares características y se puso en operación como Museo Universitario del Chopo.
::: Dos momentos clave
Esta historia de apertura a las comunidades diversas que nutre los cimientos de la institución universitaria dejó constancia en dos hechos históricos. El primero está relacionado al nacimiento del Tianguis Cultural del Chopo, que hoy día se ubica en la calle Juan Aldama los sábados, a un costado de la Biblioteca Vasconcelos.
En sus inicios, el Tianguis ocupó un espacio dentro del Museo, siendo el 4 de octubre de 1980 cuando por primera vez se reunieron aquellos interesados en el intercambio de discos musicales; posteriormente se permitió la compra y venta.
“El Tianguis del Chopo empieza aquí en el Museo gracias a la labor de un trabajador, Jorge Pantoja, dándole cabida a los jóvenes para que empiecen a reunirse e intercambiar la cultura musical del momento. Su estancia iba a ser temporal y acotada, pero se extendió durante dos años y después salió a las calles, a diferentes ubicaciones, hasta llegar a donde actualmente continúa, y en 2023 fue reconocido como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Ciudad de México”, relató la directora.
Recalcó que el segundo momento fue el comienzo de la Semana Cultural Lésbica Gay en 1987, cuyo objetivo era ofrecer al público una muestra derivada de una convocatoria pública, además de conferencias, talleres, mesas redondas, presentaciones de libros, funciones de cine, teatro, música, danza y performance, con temas relacionados a la diversidad sexualidad.
Todos los años se impulsa un tema diferente en la misma, por ejemplo, en 1991 estuvo dedicada a “Divergencias, coincidencias, persistencia”; para 1994 su tópico se centró en el lema “No sin nosotros”, en memoria de Nancy Cárdenas; en 1996, “De cuerpo presente. Diez y va un siglo”, en honor a Pier Paolo Pasolini y Marguerite Yourcenar; en 1999, “Novo amor”, en recuerdo a Salvador Novo, entre otros.
La Semana fue cambiando hasta ser conocida como Festival Internacional de Diversidad Sexual, que este año festejó su edición 38, coordinado por Salvador Irys. Aún con el cambio de nombre, su espíritu no ha cambiado.
Así lo explicó Henaro Palomino: “Es mucho más que exhibir producción artística de esas comunidades. Se trata de utilizar, habitar y ocupar el espacio para hacer una serie de intercambios sobre lo que les aquejaba y preocupaba en términos de derechos y políticas. Este es un lugar que se ha caracterizado por proponer un programa expositivo muy rico, siempre intentando escuchar y dar cabida a propuestas experimentales que no tuvieran reverberación en otro tipo de espacios”.
La semilla de ambos acontecimientos se mantiene viva, a través de talleres libres y manteniéndose a “nivel de calle”, señaló la también curadora e investigadora universitaria.
Aunque “es un recinto universitario, no ofrece una formación académica. Estos talleres libres históricos son pensados para la comunidad y para el barrio, pero no se limita a ello y atiende a generaciones de todo tipo: infantes, adolescentes, adultos, adultos mayores y cubre un espectro amplio de contenidos. Ni qué decir del Foro del Dinosaurio Juan José Gurrola, donde han pasado diversas expresiones musicales”, a lo que agregó:
“El Museo del Chopo es un espacio muy querido porque ha cumplido una función importante al norte de la ciudad, no nada más por su relación con los CCH Vallejo y Naucalpan, o la estructura universitaria, sino para sus comunidades, en un sentido amplio, es un museo que está a nivel de calle. Eso lo ha hecho un espacio entrañable y muy especial, no sólo dentro de la vida cultural universitaria, sino de la ciudad y el país”.
::: Celebración
Al asumir la dirección del Museo del Chopo en mayo del 2024, Sol Henaro Palomino tenía en mente que el 50 aniversario se acercaba y era necesario rendir homenaje al espacio y su significado para la comunidad. “He trabajado mucho sobre políticas de las memorias en relación con los acervos, los archivos. En cuanto llegué al Museo, me puse a revisar calendarios, fechas y demás, pues me correspondía atender el 50 aniversario y lejos de sentirlo como una presión o un agobio, lo pensé como una oportunidad increíble para mí y para todo el equipo”, detalló.
“Tenemos la posibilidad de narrar una aproximación sobre lo que ha sido este espacio. Ustedes lo verán en la exposición Era un árbol y se convirtió en un bosque. 50 años del Museo Universitario del Chopo, la cual cierra (o se desdobla) con un centro de documentación. Nos interesaba dejar esta especie de petulancia de que ésta es su historia, pero no es sólo una. Ahí está el archivo y todo el mundo puede acercarse para hacer sus propias derivas, ampliar, contraponer y oponerse a nuestra narrativa”, argumentó la directora y agregó: “La exposición se nutre de la experiencia de muchos de los trabajadores de este museo, de hecho la coordinación curatorial la llevamos a cabo colectivamente: Sofía Carrillo, Israel García, Carlos Gasca, Karol Wolley y yo. Preparamos un combo rico para el aniversario. El arranque de la celebración comenzó este jueves 21 de agosto y culminará a inicios del año próximo. El festejo va a estar vertebrado por una serie de elementos, por ejemplo: vamos a renombrar salas en reconocimiento de ciertos agentes. Una se llamará Elena Urrutia, quien fue su primera directora y una de las pioneras feministas que desarrolló la línea de estudios de género para el Colegio de México. Otra será Jorge Pantoja, para reconocer lo que hizo en relación con el Tianguis del Chopo, y una más, José María Covarrubias, activista de la comunidad LGBTIQ+, quien inoculó la Semana Cultural Lésbica Gay en este espacio”.
También tendremos “una serie de conciertos conmemorativos y pondremos en marcha un proyecto editorial para infancias, para incentivarlas a que se acerquen a este lugar en el contexto del aniversario, tratar de seducirlas para que vuelvan y así hacerlos agentes de este museo”, afirmó la funcionaria universitaria.
::: EL ORIGEN DE SU NOMBRE
Cuando la Compañía Mexicana de Exposición Permanente decidió traer a México desde Alemania la estructura modular estilo Jugendstil –diseñada por Bruno Möhring y usada originalmente como cuarto de máquinas de la metalúrgica Gutehoffnungshütte–, se eligió un amplio terreno ubicado en el número 10 de la calle Chopo –nombre que hace referencia a un árbol–, localizada en la entonces emergente colonia de Santa María la Ribera. Fue así que los vecinos y diversos visitantes comenzaron a llamarle el “edificio del Chopo”.