El próximo domingo concluye en México el horario de verano y comienza el de invierno, ajuste que para muchos representa “recuperar una hora de sueño”, o al menos esa sensación prevalece entre quienes este 26 de octubre retrasarán una hora su reloj.
Hace 19 años que se implementó la disposición por la que el reloj se adelanta una hora en coincidencia con la temporada del año en la que hay mayor insolación, lo cual implica adoptar, temporalmente, un huso horario más hacia el este, para aprovechar mejor la luz solar en la tarde y noche.
Los husos horarios surgieron en 1884, cuando en la Conferencia Internacional sobre Meridianos se dividió el globo terráqueo en 24 partes iguales, definidas por meridianos que tendrían como punto de referencia a nivel mundial el Meridiano de Greenwich.
Con ello se definió un esquema general de zonas de tiempo o husos horarios. Así, a la región definida por cada huso horario corresponde una misma hora, aunque por la posición geográfica de un país puede haber diferentes husos horarios en un mismo territorio.
En la República mexicana, por ejemplo, hay tres husos horarios: UTC–6, UTC–7 y UTC–8, en donde UTC es el Tiempo Universal Coordinado, principal estándar para regular la medición del tiempo y los relojes en el planeta.
Es decir, en el país se tienen tres diferentes horarios: el de la zona Centro, el horario de la zona Pacífico y el de la zona del Noroeste. La última con diferencia de dos horas menos que la primera, y la segunda con una hora menos respecto también de la zona centro.
De acuerdo con la Comisión Nacional para el Uso Eficiente de Energía, México se incorporó en 1922 al sistema de husos horarios, determinado en la Conferencia Internacional de Meridianos, pero fue hasta 2001 cuando en el país se definieron las tres zonas horarias, a través de la Ley de Husos Horarios en los Estados Unidos Mexicanos.
Con la adopción mundial del sistema de husos horarios, en 1884 -25 años después de que fuera ideado por el italiano Quirico Filopanti en 1859-, se facilitó determinar la hora a nivel internacional, pues los territorios comprendidos dentro de una zona horaria poseen la misma hora.
Años después de que se establecieron los husos horarios, surgió el horario de verano con la idea de aprovechar la luz natural. Este sistema se utilizó por primera vez en la Primera Guerra Mundial para ahorrar energéticos, pero la medida resultó eficiente y actualmente varios países la adoptan cada determinado tiempo.
México incorporó el horario de verano en 1996, con base en diferentes estudios realizados por la Comisión Nacional para el Uso Eficiente de Energía y el Fideicomiso para el Ahorro de Energía Eléctrica (FIDE), que previeron una reducción en el consumo de electricidad, equivalente al 1% del consumo anual del país en ese año.
El horario de verano se aplica en el país desde primer domingo de abril y concluye el último domingo de octubre, a excepción de aquellos municipios de la franja fronteriza norte, según lo establecido en la reforma a la fracción II del artículo 3 de la Ley del Sistema de Horarios de 2010.
El Servicio de Investigación y Análisis de la Cámara de Diputados destaca que el cambio del horario en el verano es una práctica para aprovechar más la luz del día, consumir menos energía eléctrica y menos combustibles para generarla.
En 2013, esta sistema horario generó un ahorro eléctrico de mil 224 gigavatios por hora, lo cual se tradujo en un ahorro de mil 635 millones de pesos, de acuerdo con el Fideicomiso para el Ahorro de Energía Eléctrica (FIDE).
Información del organismo destaca que también se logró la reducción de la emisión de 595 mil toneladas de bióxido de carbono y la quema de 771 mil barriles de crudo, resaltando el 18% de ahorro en comparación con lo alcanzado en 2012.
A nivel internacional y comercial, el acuerdo del Mercosur, integrado por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Venezuela y Bolivia, es un ejemplo de la aplicación de husos horarios, ya que las diferencias horarias entre estos países ayudan a aprovechar mejor las condiciones ambientales y sociales de cada región.
Según información de la Secretaría del Mercosur, las políticas de producción y consumo sustentable están orientadas a mejorar la eficiencia del proceso productivo reduciendo los riesgos para la salud humana y el medio ambiente propiciando un consumo racional, previniendo la contaminación y aumentando la mejora competitiva.