En tiempos de turbulencia financiera y económica en el mundo (hay que decirlo por enésima vez) que son de origen externo, las cifras macroeconómicas estables cuentan, punto. Pero tampoco son todo.
Cuando los populistas en México acostumbrados al recurso fácil de echarle la culpa “al sistema” de los males económicos o políticos, de apegarse a la salida del “complot” cuando las cosas no suceden como ellos quiere, entonces opinan o proponen respuestas al entorno económico mundial y los efectos en nuestro país, usan aquello que Moisés Naím llamó desde hace años “la necrofilia ideológica”, es decir el amor ciego por ideas muertas.
Así podemos definir a quienes desde hace más de 12 años han sostenido las fórmulas mágicas para los males en nuestro país, aventurándose (dudo que lo hagan con recursos científicos) a asegurar el pleno empleo en un país o que únicamente a través de una lista de programas sociales a favor de “los más pobres” sea la vía para salir adelante.
Ejemplos en Latinoamérica sobran, pero el común denominador es permanente: prometer lo de siempre, hablar de aquello que más le duele a una sociedad (pobreza, hambre, carencias, empleo, inseguridad, ausencia del Estado de Derecho, corrupción, impunidad), insistir en que se tiene la solución en la mano y que sólo falta que se vote por ellos para que estos lastres se retiren del camino y alcancemos la prosperidad tan anhelada.
Lo anterior está demostrado y es riesgoso, no podemos casarnos con fórmulas muertas y que han demostrado su fracaso en la historia de México, el riesgo de las políticas populistas radica en la creencia inamovible que sólo a través de éstas México cambiará para bien, el riesgo como cualquier fundamentalista de las políticas económicas o sociales es caer en el lugar común de pensar al país como una receta de cocina.
El riesgo permanente es que la población continuemos creyendo en ello, en estos políticos en pasarela permanente en los medios de comunicación diciéndonos que tienen la solución, que siempre la han tenido.
Riesgoso en tiempos donde ha quedado demostrado que las acciones públicas, el modo de pensarlas, sus propias teorías han cambiado y exigen a todos, clase política, empresarios, académicos, sociedad civil, pensar en México fuera de la ortodoxia permanente, en particular aquellos de corte populista, donde además muchos ya tuvieron su oportunidad de ser gobierno y no demostraron que sus teorías (¿teorías?) no solucionaron lo que tanto pregonan. Y hoy no demuestran haber aprendido algo, siguen prometiendo lo que no pueden cumplir, repartiendo los recursos que no tienen, siempre bajo la lógica del discurso que la población quiere oír, defendiendo ideas que ellos mismos saben que están muertas.
Dr. Luis David Fernández Araya
*El Autor es Economista, Doctorado en Finanzas, Profesor Investigador de Varias Instituciones Públicas, Privadas y Funcionario Público.
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