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Durante los gobiernos post revolucionarios, se hicieron cosas muy importantes para fomentar –quizá forzosamente– las condiciones de unidad nacional. Se ideologizó la educación, se crearon “mitos” en torno a figuras y héroes nacionales, al tiempo que se crearon a los grandes villanos de México; se exaltó y victimizó a lo prehispánico, que se impuso sobre la ascendencia española y se creó un concepto aglutinante en torno “a lo mexicano”.

Los grandes caudillos de la gesta revolucionaria –todos sin distinción– fueron coronados como grandes héroes impolutos, sin enfatizar sobre las diferencias ideológicas entre las facciones que encabezaron, ni las traiciones que se perpetraron. En pocas palabras: se creó una gran idea de la “identidad nacional”. La fortaleza del Estado Mexicano sirvió para mostrar al mundo lo que era México: un país unido, reconstruido, que se modernizaba y exaltaba sus valores y coincidencias.
En el ámbito gubernamental la condición democrática no varió. La oposición, encabezada por partidos con ideología de derecha y sus consecuentes radicalismos, fue reducida a niveles nimios y su participación se constriñó a la denuncia, pues pocos fueron los espacios ganados y que no fueron suficientes para generar equilibrios. En tanto que la izquierda radical –por la condición mundial– circunscribió sus acciones a la clandestinidad y a la subversión guerrillera. Los gobiernos emanados del PNR-PRM-PRI tenían las condiciones para llevar al país por donde los designios del gran jerarca sexenal ordenara, respetando las formas del partido y constreñidos dentro de los dogmas monolíticos de la Constitución (estado laico y respeto a los derechos sociales).
En el ámbito económico se tuvo una época de bonanza. La Segunda Guerra Mundial y la guerra fría, aunado a la instauración de las políticas del Estado de Bienestar, permitieron generar condiciones económicas de estabilidad. La paridad peso-dólar permaneció con un valor único y estable durante casi 20 años; las clases medias crecieron, el Estado apoyó la producción y fomentó políticas de crecimiento económico. Participó directamente en la economía creando empresas de participación estatal que generaban subsidios enormes, que eran pagados con dinero generado por un sobre endeudamiento del erario público. ¡Vaya! México le presumía al mundo su desarrollo, hasta que los terribles hechos de octubre de 1968 y junio de 1971 mostraron a un gobierno que perdía legitimidad y exhibía su fuerza y control. A partir de ese momento, se generó el declive de los gobiernos revolucionarios, que extraviaron ideología, rumbo y destino; seducidos por las ideas renovadoras neoliberales de las universidades norteamericanas.
@AndresAguileraM